La playa de La Caleta de Interián

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Playa de La Caleta de Interián
Aunque te hayan cercado de edificios y una avenida te ronde y acose, siempre serás agreste y hermosa. Las barcas preparadas, las redes y aperos descansando en los callaos.

Los musgos se acumulan en la orilla. El olor a mar embriaga los sentidos.

La ermita te vigila desde su blanco silencio. La plaza espera las noches bullangueras de la fiesta.

Pero todo tu esplendor renace en el crepúsculo. En el silencio que envuelve la llegada de la luna, una madrugada contemplé un inolvidable espectáculo.

Asomado al balcón del paseo que bordea la Caleta, miraba el mar, la luna reflejada en las aguas, la tranquilidad me trasladó a inverosímiles pensamientos. La lucha eterna de los hombres por pertenecer a un lugar, por hacerlo suyo. Pensaba en lo eterna que es la belleza y lo efímero que resulta todo. Pensaba en esas personas incapaces de pararse a contemplar la vida, en los que sienten la necesidad de atraparlo todo con la cámara del móvil y compartirlo sin la razón que la sinrazón regala a los obtusos. Imaginaba el tiempo que pierden los que convierten la vida en chismes y habladurías y son incapaces de ver.

¡Qué de pensamientos abordan a alguien cuando es capaz de observar!

Todo paró. La mente quedó absorbida por la mágica visión. En La Caleta de Interián, algunas noches las estrellas bajan a bañarse en la playa. Entre las ondas y las sombras pequeñas luces jugaban aquella noche. Hermosa y mágica visión.

Cuando los marisqueros apagaron las linternas volvieron los pensamientos y agradecí no tener la costumbre de atrapar los instantes con la cámara. Jamás olvidaré la sensación de atrapar un momento mágico con todo mi ser. Y vivir de verdad.

Qué pena que algunas personas no aprendan a mirar.