Playa de Agua Dulce

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El paisaje cambia según la luz. Cuando la claridad va naciendo y se posa, como delicada ave, sobre la arena y los callaos, la playa parece descubrir el secreto de la arena escondida. Cuando viene la luna de azúcar que fabrican en los hermosos septiembres de Daute los fantasmas de los silenciosos obreros en la antigua máquina azucarera, la playa deja ver la belleza negra de sus rocas y la arena húmeda despierta de un largo sueño.

Qué clara que está la noche
Qué cerco lleva la luna
Cómo corren los barrancos
Sin llevar agua ninguna.

En noches de luna llena los callaos de la playa cantan coplas antiguas. Es un lugar mágico para soñadores y para gatos taciturnos. El cerco de la espléndida luna se refleja en las arenas húmedas. El rumor de las olas embelesa.

Con la luz, los barcos arribaban a su pequeño puerto para cargar el azúcar. Los camelleros llegaban al amanecer a llevar arena en sus cestos de mimbres para las construcciones del pueblo. Rompían el sortilegio.

Los chicos ahora planean sobre las olas. Los bañistas se tuestan.

Nadie parece ver la naturaleza mancillada por la mano del hombre. Nadie se fija en tarajales sedientos, en las rocas heridas, en el entorno descuidado…

Mas la playa insiste en ser hermosa como pocas y, cuando vuelva la luna a buscarla, volverá a embrujar a enamorados y poetas, oculta su vergüenza entre las espumas negras de la sombras.