Los ramos de la plaza

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Hace algunos años tuve que entrevistar, junto al cineasta garachiquense David Baute, al catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna don Ramón Trujillo, con el fin de usar sus testimonio en el documental Masca, ecos de un barranco, en el que trabajé como guionista. Don Ramón nos habló de sus estudios sobre el habla de los habitantes del caserío buenavistero, estudios que quedaron plasmados en el libro Lenguaje y cultura en Masca, publicado en febrero de 1980. Una parte importante de este trabajo habla sobre la clara diferencia que hacía la población local entre ramo y árbol, siendo el primero un elemento vegetal de porte arbóreo exclusivamente ornamental y el segundo aquel que da frutos.

Esta diferencia entre árbol y ramo se la escuché durante toda la vida a mi abuela Candelaria Lorenzo, fallecida en febrero de 2014, quién siempre se refirió a los laureles de indias de la plaza de la Luz como los ramos de la plaza, o el ramo del puente para referirse al gran laurel de indias que hay junto a la gasolinera de Los Silos, o el ramo de la casita de papel, para referirse al laurel de la casa que corona la montaña Aregume.

Los laureles de indias son una especie de higuera originaria del sur y sureste de Asia, conocida por los científicos como Ficus microcarpa. Sus frondosas copas están formadas por aglomeraciones de miles de hojas oscuras de mediano tamaño, de entre 8 y 10 centímetros de longitud. En ocasiones, desde su copa cuelgan raíces aéreas en busca del suelo. El tronco de color claro suele ser robusto y ancho, posee un sistema de raíces muy extenso que puede llegar hasta varios cientos de metros. Suele tener un porte de gran tamaño, llegando algunos ejemplares hasta los 15 metros de altura.

Plaza de la Libertad, Garachico

Ha sido plantado en buena parte de parque y jardines del sur de Europa y las regiones tropicales del planeta. En algunos lugares como Hawaii, Florida y Bermuda ha sido considerada como una especie invasora y muy agresiva, pues los arboles jóvenes pueden crecer en las grietas de edificios viejos, puentes, huecos entre el asfalto e, incluso, entre las hojas de las palmeras como ocurre en muchos lugares de las islas.

Sin embargo, en Canarias es una planta popular, usada desde antaño en los espacios públicos como árbol para dar sombra, convirtiéndose en un elemento característico de nuestras plazas y alamedas, tal y como ocurre en las plazas públicas de Buenavista del Norte, Los Silos, Garachico y El Tanque, lugares en donde los laureles de indias sirven, además de para embellecer los espacios ajardinados, como elementos proporcionadores de sombra.

A pesar de su origen asiático, parece que los primeros ejemplares de esta especie llegaron a las islas desde Cuba hace ya más de 150 años. En esa época, los puertos canarios fueron la puerta de entrada a Europa para muchas especies vegetales destinadas a la agricultura, la jardinería o simplemente para su comercialización.

Plaza de Nuestra Señora del Buen Viaje, El Tanque

Según algunos estudiosos, los primeros fueron plantados en la isla de La Palma, concretamente en plazas y jardines de casas señoriales del municipio de Los Llanos de Aridane. El gusto por la jardinería y los espacios públicos verdes en las islas es debido principalmente a la influencia británica, portuguesa y francesa que durante muchos años tuvieron mayor presencia en algunas zonas de las islas que el propio estado español.

Probablemente, los más antiguos de la comarca de la Isla Baja son los de la plaza de la Luz de Los Silos, que podrían tener alrededor de 90 años, plantados tras la remodelación que el arquitecto Mariano Estanga realizó en este espacio público en la década de los años 20 del pasado siglo XX.

Plaza de la Luz, en Los Silos, décadas atrás

Los laureles de indias de nuestras plazas son de gran interés para muchas especies de aves locales; sobre ellos ubican sus nidos, buscan alimentos, se refugian o duermen. Es normal observar grupos de canarios alimentándose en los laureles de la plaza de Garachico; currucas capirotadas en la de Los Silos; herrerillos norteafricanos, en la de El Tanque; o búhos chicos y lechuzas comunes durante la noche en la plaza de Buenavista del Norte.

Hasta hace pocos años sus frutos servían como herramienta de juego para niños y adolescentes, quienes los recogían del suelo de las plazas aún verdes y sólidos para usarlos como balas de guindaderas (tirachinas). En la actualidad, ya los chochitos, como se conoce localmente a sus frutos, no sirven como balas, pues al parecer a mediados de los años 90 una pequeña avispa (Parapritina verticillata), polinizadora de sus frutos en su tierra de origen, colonizó las islas. Los frutos polinizados y fecundados caen de los árboles ya maduros, luciendo en el suelo aplastados como una masa putrefacta. Además, en esas mismas fechas llegó a las islas una nueva plaga que afecta a algunos árboles frutales y ornamentales, el chinche Macrohomotoma gladiata, también procedente de Asia.

Plaza de los Remedios, Buenavista del Norte

La llegada de estos nuevos invertebrados está ligada al trafico internacional de plantas ornamentales sin control y al cambio climático, el aumento global de las temperaturas está facilitando la colonización y posterior establecimiento de muchas nuevas especies de origen tropical, desconociéndose su efecto sobre las especies locales y comunes en nuestros cultivos y jardines.

Son decenas de secretos los que guardan sus troncos, besos furtivos, riñas amorosas, borracheras prematuras, reuniones clandestinas, cuchicheos burlescos, deseos lujuriosos, cotilleos de pueblo… Sin lugar a dudas, los ramos de las plazas son un elemento vegetal que forma parte de nuestras vidas, los hemos integrado a nuestro día a día, motivando afecto por su estado y su salud entre todos nosotros. Efecto que ha quedado demostrado tras las diferentes podas o tratamientos de jardinería, pues han sido muchas las personas que molestas por los mismos acuden a sus respectivos ayuntamientos a quejarse y trasmitir su descontento y preocupación por el futuro de estos símbolos vegetales.