Mi abuela decía con cierta sorna una copla popular, quizá porque veía que desde pequeño mi cabello estaba predestinado a desaparecer: «Con alcalitofe, tofe y tomillo / te crece el pelo hasta los tobillos»… Y entonces subíamos a la Casa de los Tomillos, en la cima del Monte del Agua, a buscar la hierbas prodigiosas. Todo se llenaba de aromas.

Hay algo que nos reconcilia con la vida y con el mundo: el instante en que te reencuentras con tu pasado. Todos tenemos paraísos perdidos, mitificados, dentro de nosotros. En ellos viven los recuerdos, los sentimientos inalterados por el tiempo y por la prisa arrolladora en la que vivimos.

Caminaba por Erjos, por su soledad, por su olvido y, de pronto, tropezaron mis ojos con una puerta vieja, carcomida por el tiempo y el abandono.

Aquella madera rota, que aún conservaba la belleza del pasado y el misterio de lo desconocido, me llevó a una época en la que la actividad del monte mantenía viva la economía de muchas familias… La explotación de los recursos del bosque era el medio de vida de la población de este caserío…

De repente, oí la voz de mis abuelos dentro de mí. Volví a ver a mi tío curando un pájaro herido sentado en la escalinata de la ermita o haciéndome una pistola de madera con la tapa de la caja del dulce de guayabo… Volví a una casa de patio sombrío con un ciruelo centenario y me senté en el escalón de la cocina, aterido por la niebla que envuelve al caserío al atardecer, y escuché las viejas historias de misterio, de brujas y de poseídos por el diablo…

Y con el sol espléndido del mediodía caminé hacia las carboneras entre la laurisilva. Aquellas cúpulas de tierra humeantes siempre me llevarán al terreno de la fantasía, del lo misterioso y de los cuentos.

Recordé una cita de Luis Landero, El huerto de Emerson, que insistía en la idea de que «pocos son los que miran o leen con sus propios ojos y oyen con sus propios oídos, y piensan y sienten con su inteligencia y con su corazón».

En esta sociedad aturdida por la prisa nos han robado el sosiego que necesitamos para volver a mirar y conectarnos con la naturaleza, con nuestro pasado y con las ideas. Necesitamos el recogimiento, la quietud para poder mirar y sentir qué hacemos en esta comedia de la vida.