Daute había nacido en 1987. En el seno de una familia humilde pero llena de ilusión por mejorar día a día. Eran gente de pueblo, de esos que le dicen «pueblo chico, infierno grande».

No obstante, Daute estaba bastante contento de ser de su pueblo. Tenía un mar como tesoro y siempre pensaba que tras esa línea azul, allí a lo lejos, no había nada más. Simplemente una cascada enorme donde todo se acababa y todo, también, empezaba. Sabía que hacia el oeste había otros lugares y hacia el este solo tenía constancia de uno: Icod.

Al hacerse mayor comprobaría que había tanto que recorrer y que ver que nunca más se miraría tanto el ombligo. Eso sí, jamás se hartaría de llenar sus ojos de aquel precioso y profundo azul.

La comarca del municipio de Daute estaba compuesto por el suyo y tres más. Parte de la familia materna de Daute era de uno de los pueblos vecinos por lo que en muchas ocasiones acudía al mismo a visitar a su bisabuela. Siempre le daba veinte duros con sus manos envejecidas y labradas.

Como cada Navidad, el pueblo de Daute se sumía en la tradición. Corría el año 1991, año capicúa. Este era un motivo por el que él y su hermana se repartían cogotazos cada vez que veían la matrícula de un coche de estas características. Apremiaba la rapidez mental en esos tiempos si no querías ir calentito en los viajes de carretera.

Las luces navideñas brillaban en los ojos de aquel niño desinquieto, como se dice en Canarias. Todos los pueblos de Tenerife guardaban grandes costumbres en torno a la celebración de Nochebuena, Navidad y Reyes. Muy parecidos todos entre sí pero con algún rasgo característico, algún matiz que los hacía especiales y únicos.

La costumbre que más le gustaba a Daute era hacer el portal de Belén. Se creía un auténtico artista componiendo el escenario para que el Niño Jesús ocupara el humilde pesebre vacío. Su madre solo le dejaba colocarlo pasadas las 12 de la noche del día 24 de diciembre. «Todavía no ha nacido el niño», le decía su madre.

Ese año, parte de las figuras del portal de Belén de Daute se habían ido a la basura por error. La llantina de Daute duró prácticamente todo el inicio del mes de diciembre. Se negaba a comprar figuras nuevas porque a él le gustaban las que tenía.

Uno de los días de llanto, Daute y su madre caminaban hacia el casco del pueblo. El niño no paraba de lamentarse y uno de sus vecinos pudo dar buena cuenta de las lágrimas de ese chiquillo. El vecino no pudo parar su curiosidad y un día preguntó: «pero muchacho, ¿todavía estás llorando por las figuras del Belén?». Daute corrió a esconderse tímido a las faldas de su madre.

El vecino, que de apellido debía ser Sabio, le dio un consejo: «mira a tu alrededor, Daute. Mira todo lo que tenemos. Llena tu portal de lo que te da la naturaleza y esta tierra. Afortunadamente, eres de aquí. De una tierra que te brinda lo necesario para completar tu portal de Belén. Aunque bueno, podemos llamarlo el portal de Daute. ¿Qué te parece?».

Los ojos de Daute se secaron como lo han hecho este año las cataratas Victoria. Ha sido un misterio porque algunos aseguraban que no había sido así. Lo que sí pudo confirmar el vecino de Daute es que el niño paró de llorar. «Mañana voy por tu casa. Ya verás qué portal de Daute tan original te queda», le anunció al niño.

Daute no pudo dormir esa noche. De manera idéntica al 5 de enero, noche en la que los Reyes Magos visitaban todas las casas de su comarca y del mundo entero, claro está. No paraba de pensar en la visita de su vecino para completar su portal: el portal de Belén de Daute.

Sobre las 9 de la mañana, sonó el timbre de su casa. Era su vecino. Para sorpresa del niño no traía nada que pudiera ponerse en el portal. Solo traía lápiz y papel. Sintió algo de decepción porque Daute pensaba que no volvería a ver algo parecido a sus libros del colegio hasta después de Reyes. Eso no bajó su nivel de entusiasmo y se sentó con su vecino en la mesa de la cocina mientras que su madre no paraba de preparar comida y más comida para la Nochebuena.

Faltaban solo dos días para la celebración y la cuenta atrás para tener el portal hecho empezó a bajar. Por eso, se pusieron manos a la obra y lo primero que hizo el vecino fue preguntarle a Daute: «a ver, ¿qué es lo que más te gusta de dónde vives?». Daute empezó a enrollarse su pelo rubio con un dedo. Y vueltas y más vueltas, hasta que atinó a decir algo: «el azul del mar y del cielo». Pero no se quedó ahí: «las montañas de color verde que hay en Buenavista y en Los Silos, el agua que cae de las montañas por allí, por La Caleta. Las charcas que hay muy arriba, en Erjos. La roca esa en medio del mar que está en Garachico. Las rocas esas que terminan en el mar, que son gigantescas, en Teno. Mi padre me llevó el otro día. Hacía mucho viento así que allí yo creo que un molinillo de viento daría muchas vueltas. Y también pasamos por un edificio grande y abandonado en Los Silos, al lado del mar. No sé me gusta todo de dónde vivo». 

Su vecino no daba crédito. «Pero Daute, tú vives en un pueblo de la comarca y no en toda la comarca». El niño puso cara de póker. No entendía lo que quería decir su vecino. Él pensaba que todo aquello era donde él vivía. Al fin y al cabo estaba todo muy cerca y al niño le parecía todo prácticamente igual.

El vecino le empezó a explicar dónde estaban los límites de cada pueblo, sus nombres, algo de historia y en qué se distinguían principalmente cada uno de esos municipios que componían la comarca. Pero Daute seguía sin entender de fronteras y decidió que quería hacer un portal de Belén donde estuvieran representados todos los municipios: Buenavista, Los Silos, Garachico y El Tanque.

El vecino empezó a arrepentirse de haber preguntado ayer por la llantina de Daute. Esto le iba a traer mucho trabajo pero suerte que con la imaginación del niño y sus manos podrían hacer un buen portal de Belén de Daute. Tenía apuntados todos los elementos que el niño le dijo y luego había pensado en introducir edificios emblemáticos y las figuras podrían representar algunas de las tradiciones de la comarca.

Empezaron por crear la estructura. Debía tener montañas altas como las de Los Silos, un valle como el de El Palmar y acantilados como Los Gigantes. Aquí el vecino pasó de puntillas y no le explicó la polémica con Santiago del Teide.

Luego quería mar, quería las piscinas de El Caletón, aunque en ese momento estuviera terminándose el dique de contención que salía de las mismas. También quería la playa de Agua Dulce con el azucarero. Quería la iglesia de Buenavista, la de Los Silos y Garachico. La casa de La Alhóndiga de El Tanque y si fuera posible, el caserío de Masca.

Foto: Infotur Tenerife

Además quería plataneras, muchas plataneras. Al fin y al cabo, era lo que les rodeaba y su abuelo había sido encargado de una de las tantas plantaciones que ha dado de comer a tantas familias de la comarca.

Al portal de Belén de Daute se unió el padre. Si no, sería imposible terminarlo. Suerte que el padre de Daute era un auténtico manitas. Él se puso a hacer las figuras: recrearon las principales con la Nochebuena de El Tanque. Decidieron poner cañitas de San Roquito y representar una pequeña parte de la romería del santo. Su vecino era un auténtico experto haciendo las cañitas.

También la trilla de El Tanque y así darle un toque ganadero a lo que se sumaron las cabras que se pueden ver en Teno Alto. Las Libreas del Palmar también tuvieron su hueco uniéndosele Cho Perico de Los Silos.

No faltaron las típicas casas canarias que hay en todo portal del Archipiélago. Tampoco faltó la arena negra de la playa de Las Mujeres en Buenavista y un cielo estrellado, como el que baña a la comarca en las noches despejadas de invierno. Era una auténtica representación de toda la comarca y Daute no podía estar más emocionado.

«Este portal de Belén de Daute tiene de todo», dijo el vecino. «Solo nos falta la estrella que guía a los Reyes Magos y el niño Jesús que se pone…», interrumpió Daute al vecino y dijo «se pone después de las 12 de esta noche que todavía no ha nacido», lo tenía bien aprendido. Todos se miraron y sonrieron.

Curiosamente, Melchor, Gaspar y Baltasar guardaban ciertos parecidos con los alcaldes de la comarca de ese momento: Nelly era Melchor, Gaspar Sierra era Gaspar y a Federico Pérez lo llenaron de betún para parecerse a Baltasar. A Yeyo le tocó hacer de San José, un cargo más idóneo a su posición política ya que se pasaría hasta 2008 siendo alcalde, quién lo iba a decir.

Daute dibujó la estrella. Cogió su rotulador amarillo Carioca y la pintó rápidamente. La puso encima de la cueva donde estaban María, Yeyo haciendo de José y el niño que aún no había nacido. El portal de Daute era una auténtica representación de los lugares más emblemáticos, tradiciones y costumbres de la comarca. Una preciosidad. El brillo en los ojos de aquel niño hizo pensar a su vecino que había valido la pena.

Contemplando el portal, Daute se quedó reflexivo. Su vecino le preguntó: «¿en qué piensas, Daute?». Peligro. Daute volvió a enrollar su dedo en su pelo rubio durante unos segundos. «Sigo sin entender eso que me explicaste el otro día. Porque yo veo que todos los pueblos se parecen. Son más las cosas que nos unen que las que nos separan y luego hay alguna cosa diferente que nos hace especiales en la igualdad», soltó por su pequeña boca seseante. A lo que siguió la pregunta: «¿Por qué los Reyes Magos son todos hombres? Estaría guapo que hubiera una reina maga», decía levantando las cejas y con ojos chispeantes de ilusión.

Evidentemente, su vecino y sus padres se quedaron con la boca abierta. Era imposible que un niño de 4 años hubiera hecho una reflexión así. Pero el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor y Daute era una concentración de valores dignos de una persona madura.

El niño miró a su madre a los ojos y le dijo: «Mami, ¿sabes qué? Tenemos mucha suerte». La madre con los ojos empañados de lágrimas asintió con la cabeza esperando la continuación de Daute. «Afortunadamente, soy de aquí. Me gusta que seamos de aquí. Me gusta ser de todos estos pueblos chiquititos como yo», concluyó. Daute abrazó las piernas de su madre, no alcanzaba a más.

28 años después, en el año 2019 y a punto de entrar en un año definitivo en la comarca, Daute sigue sintiéndose un afortunado por vivir en esta tierra. Tiene muy claro qué es El Tanque, Buenavista, Garachico y Los Silos pero disfruta a partes iguales de cada uno de ellos. Eso sí, siempre ha sentido predilección por el que le vio nacer y crecer. 

Daute somos todos y cada uno de los habitantes de esta comarca tan especial. Todos hemos sido niños y niñas con la ilusión de ser de aquí. Todos tenemos amigos y amigas, familias, amores en cada uno de estos pueblos y barrios. Sintámonos con suerte, porque afortunadamente somos de aquí.