No seamos pedantes

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Una mañana de domingo cualquiera es propio para la reflexión. Sobre la existencia, sobre el devenir de la vida y sobre nuestro comportamiento. Parece que todo se nos viene grande cuando le damos mil vueltas al sofrito de la vida y le buscamos infinidad de defectos y zancadillas.

Hacerlo fácil es una cualidad que no todo el mundo posee. Muchas veces parecemos auténticos pedantes haciendo más difícil todo. Pedantes como aquellos que se detienen a ponerles calificación a todo lo que les rodea, como aquellos a los que por tener la cuenta con más ceros se creen mejores, pedantes como los que no saben apreciar el momento compartido con las personas que sí importan, pedantes por creer que de dónde vengas va a determinar tu futuro, por no saber apreciar la diversidad de la vida, pedantes por parecer uno más y pensar que los demás son menos que tú pedantes por despreciar siempre lo ajeno, pedantes por estar siempre poniendo a prueba a los demás… pedantes, en definitiva, por no saborear la naturalidad.

La naturalidad es el mayor valor para olvidarse de lo forzada que puede resultar a veces la vida

De pedantería saben mucho las redes sociales. ¿Por qué tenemos que hacer saber a los demás? ¿Qué necesidad tenemos de eso? Y esta última no es la pregunta que te puede hacer tu madre como una frase hecha más… es realmente una pregunta formulada para que ustedes la respondan en su interior. ¿Nos gusta presumir? ¿Nos gusta comunicar? ¿Qué es lo que nos gusta realmente?

Escuchar a Korsakov una mañana de domingo puede parecer bastante pedante. Eso pienso de primeras cuando me lo dice un compañero. Sin embargo, el atrevimiento y la curiosidad me empujan a escucharlo a mí también. Para mi sorpresa, me lo tomo con la mayor naturalidad del mundo, mientras otro me dice que le ha vuelto a emocionar un atardecer en la playa de toda la vida a la que no podía ir desde hace tres meses… Entonces, pienso: la naturalidad es el mayor valor para olvidarse de lo forzada que puede resultar a veces la vida.

Además, lo natural está de moda. Pero la naturalidad no se puede comprar con el dinero de los pedantes. Esos estarán pensando que el dinero o sus ‘me gusta’ les darán el poder suficiente para hacerse con la naturalidad pero desde que la consigan con esos medios, dejará de serlo. La pedantería se multiplicará por ese intento fallido.

Estamos en una comarca natural y no sé si esa circunstancia ha hecho de mí y de los que me rodean, en su mayoría, un nicho potencial de naturalidad. Quizás, la forma en la que se nos ha criado, sin muchos adornos, disfrutando de lo simple y de lo, una vez más, natural.

Por todo lo expuesto anteriormente, les pido, por favor, no seamos pedantes.

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Más de una década al servicio de la comunicación