Yoko Isla Baja vivió su apoteosis en la jornada del jueves 22 de diciembre. La lotería de la interculturalidad ha caído este año en la Isla Baja y al público no pareció importarle lo más mínimo que la otra, la de los millones, cayera a unos escasos 20 kilómetros de aquí. 

La jornada fue una auténtica demostración de vanguardismo, fusión, carácter pionero, multiculturalidad, entusiasmo, convivencia, conexión… fue apoteósico. DAUTE DIGITAL se sintió orgulloso de estar ahí para vivir el comienzo de un proyecto al que se le augura un futuro prometedor porque está creciendo desde las nuevas generaciones. Como también debe sentirse orgulloso por promover esta iniciativa el Consorcio Isla Baja y el Instituto Canario de Desarrollo Cultural del Gobierno de Canarias a través del programa Pueblos Creativos. 

Estas nuevas generaciones han demostrado no tener el más mínimo complejo de inferioridad con respecto a zonas más pobladas de Tenerife. Khaly Thioune, una vez más como maestro de ceremonias, dejó claro que todo el alumnado había sido ejemplar, muy educado y les recomendó «seguir con la música». Ese elemento de transformación social que ha demostrado que el entendimiento entre culturas no es tan complicado como a veces lo quieren vender. 

El mayor ejemplo de la tarde fue la fusión ‘Clásico África Beethoven’. Ese experimento entre la música clásica y los ritmos africanos que se han encontrado gracias a Yoko Isla Baja. Uno de los integrantes de Hermanos Thioune, Maller Sarr, protagonizó un período de preguntas y respuestas musicales entre la banda juvenil y un pequeño tambor que él portaba colgado de su hombro. A pesar de ser un instrumento percutido, el senegalés entonaba a la perfección las respuestas a las preguntas musicales realizadas por los jóvenes músicos. Qué buen diálogo músico-cultural. 

Todo el trabajo realizado por el alumnado de la Escuela Comarcal Daute-Isla Baja en un mes fue viéndose poco a poco y, a la par, tejiendo un puente entre Senegal y la comarca. Tan largo fue esa estructura imaginaria que llegó al público, quien terminó entonando y bailando algunas de las canciones que Khaly Thioune enseñaba como colofón. Energía a raudales, sonrisas, palmas y miradas cómplices sin necesidad de hablar en ningún momento de la época en la que se ha celebrado esta muestra. Y sin necesidad tampoco de hablar en el mismo idioma. 

El mayor deseo de Khaly Thioune es que el acontecimiento ocurrido en la Isla Baja se desarrolle también en Bambey, su lugar de procedencia. Ese es el gran reto de Yoko Isla Baja: un intercambio real. Un feedback justo para los habitantes de la localidad que ha visto nacer a uno de los mayores artistas de su país. Este atrevimiento nace sin conocer el panorama musical senegalés, pero es que con tan solo ver las ganas y facilidad de Khaly Thioune para contagiar al público ya se puede intuir lo grande que es en su país. Hay que estar loco para no apostar por un proyecto como este. 

A pesar de que las palabras explican en multitud de ocasiones lo que ocurre, en esta ocasión no serían suficientes. El que estuvo allí sabe de lo que se habla en estas líneas. Simplemente queda la esperanza de que Yoko Isla Baja tenga una larga vida. Hay que apostar todo al color fusión.