Siendo niño se tienen muy pocos prejuicios. Es todo más natural y no es tan complicado hacerse entender. No obstante, Khaly Thioune tiene un máster en conexión con el alumnado de la Isla Baja. Se ha podido comprobar acudiendo a los talleres socioeducativos impartidos por el senegalés en algunos centros educativos de la Isla Baja a través del proyecto cultural Yoko. 

DAUTE DIGITAL ha tenido el placer de ser testigo del desarrollo de estos talleres en el CEIP Nicolás Díaz Dorta de Buenavista del Norte, el CEIP Las Salinas de La Caleta de Interián y el CEIP Miguel de Cervantes de El Tanque. En ellos ha participado alumnado de 5º y 6º de Primaria. Ha sido una auténtica explosión de alegría, complicidad, música y baile. 

Lo primero que sorprende es la falta de prejuicios por parte de los más pequeños quienes al lanzarle preguntas al artista senegalés se interesan, en primer lugar, por cuestiones de índole cultural: qué tipo de ropa se ponen, qué bailan, qué cantan, qué comen, qué animales hay en África… Thioune desarrolla de manera magistral la función pedagógica de hacerles ver que África no es un país, sino un continente. Dentro de él existen diversidad de culturas, de religiones, de etnias… todo el alumnado lo pilla de manera sencilla. Existen claros ejemplos con alumnado de origen marroquí, en el que rápidamente los niños y niñas identifican las posibles y reales diferencias entre dos países pertenecientes a un mismo territorio.

Sorprende la inexistencia de uno de los tópicos más acuciantes de la actualidad: la inmigración en pateras. Aunque este fenómeno aparece en los medios de comunicación y las redes sociales prácticamente a diario, al alumnado no le interesa lo más mínimo. Ellos están centrados en cómo Khaly Thioune responde a sus preguntas, en identificar a los jugadores de fútbol de Senegal que han triunfado en el viejo continente y en las explicaciones que el artista pone sobre la mesa para hacerles saber que un africano no siempre es pobre, analfabeto y vive continuamente en guerra. 

En los ojos de los más pequeños se intuye el desparpajo y la curiosidad que pervive en una década de vida. El nerviosismo se esconde en el hecho de llevarse los dedos a la boca, porque la timidez existe pero la atrevida juventud no impide lanzar cuestiones al aire… a ver si se consigue hacer la mejor pregunta. Y algunos incluso salen como una estampida de antílopes por la sabana africana con afirmaciones, que no preguntas, que esperan la aprobación del senegalés. 

Pero ya está bien de charla. Khaly Thioune conecta muy bien con el alumnado. Sin que se levanten les pide que entonen y palmeen sobre sus muslos. La soltura, la chispa y la propia inocencia hacen que tan solo cinco minutos después estén realizando una coreografía que ya lleva letra y unos tres pasos más. Qué capacidad y qué energía. Toda la que solicita el maestro de ceremonia, quien grita «más fuerte» y más fuerte le da el alumnado. Los motiva e incentiva diciéndoles «pero qué profesionales». Automáticamente, las sonrisas se ensanchan por lo bien que lo están haciendo a juicio de ese hombre tan alto, azabache y que cada vez que se ríe, brilla. 

A cada dos minutos aproximadamente, Thioune incorpora un paso nuevo. Y siguen así durante una hora. La energía es tal, que el suelo de las aulas tiembla. Y ya no es una estampida de antílopes lo que se siente en la sabana africana. Es un torrente de energía voraz, capaz de transformar un aula de un colegio construido en la década de los setenta del siglo pasado en un auténtico escenario. Bien sea un escenario en Senegal o en cualquier municipio de la comarca. En uno pequeño o grande. Da igual. El contexto se desvanece y ya solo queda algo en la atmósfera: la grandeza del aprendizaje y la altura del conocimiento heredado. 

Y esta humilde testigo piensa: «ojalá hubiera tenido yo la oportunidad de ver, de conocer algo como esto con su edad». Se ha avanzado muchísimo. El colegio ya no se queda detrás de las vanguardias, sino que sale en su búsqueda. Basta solo con ver la implicación del profesorado en los talleres, quienes corean y bailan del mismo modo que su alumnado. Profesores y profesoras a los que les brilla la mirada con cada pregunta o reflexión hecha por los más pequeños y los que en su interior estarán sintiéndose orgullosos por pertenecer a una comunidad educativa abierta. 

«África es alegría». Esta es una de las frases que más pronuncia Khaly Thioune al inicio de cada sesión de Yoko Isla Baja en cada uno de los centros educativos visitados. Y por si quedaba alguna duda, cada padre o madre habrá sentido que ese día, esa jornada de taller, su hijo o hija habrá llegado a su casa más contento o contenta de lo habitual.