El director de Cuadernos Escénicos, Roberto Torres, tiene clara una premisa y es que «Garachico y la danza están unidas». Es una reflexión realizada tras cuatro días intensos de danza en espacios no convencionales que llegó a tres municipios de Tenerife: Garachico, como sede prinicipal, Alcalá (Guía de Isora) y Buenavista del Norte. 

A partir de ahí, Torres hace un balance positivo de esta edición ya que «ha habido público, la gente se ha ido satisfecha y algo fundamental es que las compañías también se han ido de Garachico contentas», comenta. «Creo que el festival sigue sorprendiendo, sigue generando encuentros y experiencias», añade el bailarín. 

En cuanto al marco que acoge al festival y esta unión con la danza, el director de Cuadernos Escénicos piensa que la danza le aporta al municipio otra forma de verlo, «de revivirlo». No obstante, Torres tiene claro que la cultura sigue siendo un «elemento frágil. No hemos conseguido aún que la cultura sea algo sólido», explica. Esta fragilidad se contrapone a que «la cultura cambia las sociedades, no las cambia el fútbol, el entretenimiento o los chistes», mostrándose crítico. 

Roberto Torres reconoce que la danza es uno de los principales pilares de su vida y ama la danza. «Para mí, entregar eso en Garachico es un honor. Esto es una de las cosas en mi vida que más ilusión me hace», reconoce. Volviendo a la fragilidad de la cultura en general, el bailarín piensa que Cuadernos Escénicos «tiene que ser una demanda. El propio pueblo le tiene que dar valor y no las personas que llegamos de fuera. Creo que lo es porque siento que todo esto ha merecido la pena», puntualiza. 

En este sentido, Torres manifiesta sentirse aliviado al escuchar a la gente del pueblo decirle que «el festival es necesario, que es importante, escuchar el criterio de los vecinos. Que once años de festival han dado para construir criterio». El director siente que se ha dejado atrás el cliché acerca de la danza del ‘no entiendo esta pieza’. «Ya eso quedó atrás. Ahora dicen ‘siento’, ‘me ha comunicado’… Entonces, pienso que el propio festival también ha servido para ampliar el juicio y el prejuicio del público. Hemos conseguido que en este festival se vea la pluralidad de la danza y que se abra la mente, que sea más vulnerable, más abierta y respetuosa», expresa satisfecho. 

Esta ha sido la primera edición después de la pandemia que ha recuperado el formato original del festival. Han vuelto actividades como Cuadernos en ruta tal y como se conocía y también lo ha hecho Cinegastrodanza. No ha habido distancias de seguridad, límites de aforo y se ha visto de nuevo a la gente junta. «Para mí, poder ver otra vez a la gente junta creo que es el mayor regalo que podemos recibir», dice emocionado. 

Algo que Torres también destaca de esta undécima edición de Cuadernos Escénicos es la posibilidad de abrir las fronteras y recibir a bailarines internacionales. «Volver a tener compañías de Hungría, Italia, bailarines de Nicaragua, Brasil… los grupos de diversidad, conquistar espacios como el antiguo convento de San Francisco de nuevo… todo eso nos alivia», define y continúa asegurando que «nos da confianza y hace que nos vayamos abriendo poco a poco». 

El bailarín también alude a la novedad como un elemento superficial. «No se trataba de conquistar nada nuevo, se trataba de reconquistar lo que se había perdido y para mi eso es volver otra vez al festival», declara.