¿Quién dijo que los domingos no pasaba nunca nada? 

Día de letargo y marmota. Día de manta y película.

Día de reflexión, de paseo, de helado y de colas para comer.

Día previo a una nueva semana en la que el último día no pasará nada, dicen.

Día de misa y sermón. Porque aunque dios descansó un domingo, sus seguidores no descansan de escuchar que el domingo es día de descanso. 

Día de sobre dosis de cualquier cosa.

Día de ser dueño del destino. Porque los domingos siempre hay planes. Quizás ir a un lugar paradisiaco a ver atardecer. Para eso también hay que hacer cola a veces.

Los domingos no son días para morirse ni siquiera. Y aunque no pase nada, la vida y la muerte son plenamente conscientes de que todos los días son iguales y les es indiferente que tú quieras morirte un viernes.

Porque los domingos sí que pasan cosas. Tantas cosas como personas en el mundo. Tantas cosas buenas y malas como personas en el mundo.

Y aunque esté escribiendo esto cualquier otro día de la semana, no pensaré que es como un domingo cualquiera.

Solo pensaré que los domingos siempre pasan cosas: buenas y malas. Y que yo tengo que contarlas. 

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Más de una década al servicio de la comunicación