Mientras margullábamos por los libros de viajeros, científicos y novelistas, percibíamos que el paisaje de la comarca de Daute era un elemento habitual en sus contenidos. La parte geológica de esas descripciones paisajísticas fueron más frecuentes. La erupción de principios del siglo XVIII en el municipio de Garachico marcaba mucho en la visualización de la zona y sorprendía a nuestros visitantes. Los elementos bióticos de la zona pasaron más desapercibidos. Hoy traemos a esta crónica autores que destacaron estos elementos mostrando sus peculiaridades. Un botánico, un curioso viajero naturalista, una viajera e incluso una acuarelista describieron esos elementos de nuestro ecosistema comarcal.

Uno de los más destacado fue Sabino Berthelot, científico que recopiló datos e interpretó los elementos vegetales que conformaban nuestros bosques en sus recorridos por los caseríos de Daute. Este ilustre francés residió una gran parte de su vida en la isla de Tenerife a lo largo del siglo XIX, donde fue nombrado director del Jardín Botánico que se encuentra en el Puerto de la Cruz.

En sus visitas por la zona norte de la isla de Tenerife, y en uno de sus libros, nos describe que «después de haber pasado el Valle de la Orotava, se encuentran restos muy reducidos de los antiguos montes, llegando a la extremidad occidental de la isla, donde se presenta la pequeña selva de Los Silos, o monte del Agua, donde crecen siempre las Ardisias y Myrsines —nombres que hacen referencia probablemente a ejemplares de la laurisilva como el delfino, el aderno y la faya— mezcladas con algunos otros árboles» (1).

De la parte más occidental de la isla nos llega a decir que «los mocanes, los laurales, las ardisias, aislados hoy en vericuetos casi inaccesibles, debían cubrir antes todo el espacio comprendido entre Buenavista y el Valle del Palmar. Las ardisias que crecen aún en esos distritos se hallan diseminadas acá y allá en medio de las viñas. Y es probable que estos árboles revistiesen antes la base de las montañas y formasen así la primera zona de la vegetación forestal» (2). El estudio del sustrato y la evolución de la vegetación le llevó a resaltar la zona por su valor ecológico y patrimonial.

Florence Du Cane, junto con su hermana Ella, visitaron nuestras islas a principio del siglo XX; sus trabajos descriptivos y las ilustraciones de plantas se publicaron en un libro titulado Islas Canarias (3). La zona de Daute formó parte de su recorrido. En uno de los textos se destaca la capacidad de nuestra zona para conservar ciertas especies y, en concreto de la Statice arborea, una siempreviva que había desaparecido por largo tiempo, creyéndose extinguida. Unos años antes de la estancia de estas dos hermanas por la isla se redescubrió en la zona de Daute gracias al empeño de Dr. Jorge Pérez, comentan en su libro.

A mediados del siglo XVI, en un relato del Abate Prevost, que se encuentra en el libro Cartas desde la isla de Tenerife y otros relatos (4), se recoge la importancia que tiene el bosque de pinos que se extiende desde La Orotava hasta Garachico, «…un bosque que perfuma el aire con delicados olores; y toda la isla la produce en abundancia, siendo la madera con la que se hacen los toneles y los demás utensilios agrícolas» (5), nombrándose también un árbol que denominan Inmortal, que nunca se corrompe, ni en el agua ni debajo de la tierra. Sabino Berthelot corrobora ese árbol en su libro: «Existe también otra especie, llamada barbusano, que no se pudre en el agua» (6).

Reseñas realizadas desde el mar sobre la costa de la comarca de Daute no han sido frecuentes. Julio Verne, escritor francés de finales del siglo XIX y conocido por sus novelas de aventuras, sitúa en una de sus historias a un grupo de excursionistas en la isla de Tenerife con la intención de conocerla y visitar el Teide. Terminado la excursión, regresan al barco Seamew para zarpar desde el Puerto de la Cruz de regreso a su país. Con los pasajeros y tripulantes ya en la embarcación, después de la azarosa expedición, el escritor relata: «Tranquilizado por otra parte, el capitán penetró en su camarote, y con mano tranquila escribió en el libro de a bordo». «Día 11 de junio. Levamos anclas a las diez de la mañana. Salida de La Orotava de Tenerife (Canarias) con destino a Londres (Inglaterra). Modificada la ruta directa por órdenes del armador. Proa al Oeste. A mediodía doblaba la Punta de Teno. Rumbo al Sur. A la una y media rumbo al Sudoeste, dejando Gomera a estribor…» (7).

Durante mi estancia por Los Silos, los habitantes han considerado al mar como un elemento sustancial a sus estilos de vida, como algo propio, dando nombre a los charcos y reconociéndolos por su uso, por su forma e incluso con algún nombre significativo. Han respetado y mimado el mar por los recursos que les ofrece, el ocio que les permite y el gran valor paisajístico que posee, y por la variabilidad de especies que enriquecen esta parte del océano. Y es por lo que hoy se empeñan, defienden, organizan para alumbrar, desarrollar y proponer alternativas para la defensa y conservación de la costa.

  1. Sabino Berthelot, O.M. 1995. Árboles y Bosques. Editorial JADL (pág. 57).
  2. Ibídem (pág. 44 y 45).
  3. Florence Du Cane, O. M. 1993. Las Islas Canarias. Ed. Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias (pág. 75, 76).
  4. Cartas desde la isla de Tenerife y otros relatos. O.M. 1990. Editorial JADL (pág. 85).
  5. Sabino Berthelot, O.M. 1995 Árboles y Bosques. Editorial JADL (pág. 46).
  6. Julio Verne, O.M. 1987, 2ª edición. La Agencia Thompson y Cía. (vol. II). Editorial Orbis (pág. 110)e