La mayoría de los viajeros conocían algunos acontecimientos naturales como la erupción e inundación en Garachico, al igual que disponían de información sobre el paisaje agrícola y la etnografía de estos lugares. Los libros sobre Canarias se encontraban y distribuían por Europa.

El deseo de ir a descubrir y encontrar lo leído sobre Canarias y la comarca de Daute fue un reto, un deseo entre muchos europeos. Pero no todo fue describir y contar lo que se observaba.

Un escritor, Antonio Benítez Rojo, se encontró e interesó por un momento histórico en el que confluía la conquista de Tenerife, la colonización de América y unas relaciones comerciales entre Europa, Canarias y las Antillas. En ese contexto de su investigación se encontró con la historia de una familia, la de Cristóbal de Ponte y sus hijos Pedro y Bartolomé; con unos lugares como los de Tenerife y el pueblo de Garachico y donde descubre algunas tradiciones y creencias. Este escritor cubano estaba creando unos buenos cimientos donde poder desarrollar una trama que le posibilitó desarrollar la novela Un Mar de Lentejas (1), relato que fue considerado por el periódico The New YorK Times uno de los textos más notables del año 1992.

En el texto, la historia y la ficción se dan la mano, y en su desarrollo nos es difícil distinguir lo real y lo que el autor recrea a través de su inspiración. Y los que hemos visitado, trabajado o vivido allí reconocemos que los recovecos del paisaje y los personajes que viven en esta comarca pueden ir de la mano posibilitando la creación de historias paralelas a lo real. En esta obra de Antonio Benítez Rojo entresacamos algunos párrafos que nos puede recordar momentos históricos de nuestra zona.

«La conclusión de la tenaz conquista de Tenerife se debió en no poca medida a los préstamos del mercader y negociante genovés Cristóbal de Ponte; a manera de resarcimiento, el primer adelantado y repartidor de la isla le cedió las tierras de Daute y Garachico…» (2). Siendo las tierras de Daute para su hijo Bartolomé.

Refiriéndose al patriarca de la familia, Cristóbal de Ponte, leemos, «…sin abandonar el trigo, siguió atendiendo a su propia producción de azúcar, la cual envasaba en cajas que provenían del ingenio de Daute o del de Adeje» (3).

«Cuando el interés por el azúcar canario decayó ya Don Cristóbal estaba ciego …mandaría a su hijo Pedro a demoler parte de las cañas de los dominios de Adeje y a plantar en sus cenizas sarmientos traídos de la Malvasía» (4). A ese tipo de fruta la describen de la siguiente manera: «…uvas de piel polvorosa y dulce, gordas como ciruelas, cuyos jugos habrían de fermentar en uno de los vinos más notables de la época» (5).

La guerra entre Inglaterra y Francia hizo decaer el comercio con Canarias durante un tiempo. «Ya concluida la guerra con Francia, se hizo posible reanudar en firme el comercio con Tenerife, al cambiar buen paño por el buen vino de esta isla» (6). El intercambio, el trueque, era la forma de pago, aunque existieron desacuerdos. La escultura actual a la entrada de Garachico, la del derrame del vino, es un ejemplo de esas situaciones tensas.

Las relaciones entre Canarias e Inglaterra ya fueron fructíferas en el siglo XVI, en el relato se resalta de esta manera: «La tarde en que Pedro de Ponte y John Hawkins pactaron la sociedad, pintaba como aquella en que don Cristóbal fue a barloventear el levante a la altura de la Punta de Teno» (7).

Algunas reseñas musicales y poéticas antiguas acompañan al texto: «…con la mano en el pecho se inclinarían, tomarían la vihuela y el guitarrrillo, el concierto de las cuerdas tristes se adentraría en el silencio… incluso se transcribe en un párrafo una antigua endecha Qué importa que lleven y traigan aquí leche, agua y pan, si Agarfa no quiere mirarme, cantaría Inés con voz lamentadora» (8). Además de algunas creencias: «Y el viejo don Cristóbal de Ponte hablaría muy en serio de que en las cumbres del Teide vivían gigantes y dragones, contaría que alguna vez había visto un gigante hundir un tronco de árbol en el ojo izquierdo de un dragón» (9). En algunas noches, don Pedro contaba historias anteriores a la llegada de los españoles, y algún nombre mencey aparece en el libro. Antonio Benítez Rojo tomó la comarca de Daute y la isla de Tenerife para desarrollar parte de la trama de esta novela.

Un erudito suizo se detuvo en la comarca y se recreó con la botánica de la zona, describiendo y reconociendo muchas especies y comentando que en el barranco del Agua, en los altos de Los Silos, hay una gran cantidad de marmolán. Pero esto lo dejaremos para el relato del próximo mes.

  1. El mar de las lentejas. Antonio Benítez Rojo, O. M. 1984. Editorial Plaza y Janes
  2. Ibidem (pág. 49). (3) Ibidem (pág. 57). (4) Ibidem (pág. 101). (5) Ibidem (pág. 102). (6) Ibidem (pág. 169). (7) Ibidem (pág. 281). (8) Ibidem (pág. 285). (9) Ibidem (pág. 171).