Llevo menos días de encierro que el resto de mis vecinos. Aún no he sentido el miedo del silencio. El estado de alarma me sorprendió en un viaje de trabajo en América, mi querida América. Por primera vez sentí necesidad de salir de un continente al que amo tanto. Es difícil encajar una noticia estando lejos de tu tierra. Estado de alarma. Sentí que se cerraban las salidas. Las palabras sonaban como mandobles en mi mente. Alarma. Alarma nacional. Mi vino la imagen de Don Quijote cortando la cabeza del gigante Caraculiambro de un mandoble. Nuestra sociedad se tambaleaba. Perecía que costaba mantener en pie la sociedad. Apresuré el regreso a casa sin pensar. Tenía que estar en Los Silos. Logré subir al último avión que salía de Costa Rica para España; por cierto, lleno y no como dicen algunas noticias que guardan distancias de seguridad. El corazón golpeaba. Sentí el puñal de la nostalgia. El instinto me hacía sentir la necesidad de mi casa, de mis paredes, de las caras que conozco. Alguien me sugirió: «¡Quédate! Aquí no está tan grave como en tu país». No supe responder. Una desconocida en la cola de la lista de espera que tuve que hacer para lograr salir me dio la respuesta. La mujer, nerviosa, me dijo: «Yo podría quedarme. Mi novio está aquí. ¿Qué hago? Necesito la luz de mi pueblo».

El instinto me hacía sentir la necesidad de mi casa, de mis paredes, de las caras que conozco

Uno tiene necesidad a los suyos. Te sientes útil, apoyado y que apoyas a los que sientes tuyos.

A las siete —esa hora será una de mis horas mágicas en adelante— subí a la azotea. Escuché aplausos, como palomas que vuelan libres a tocar los corazones de los que no podemos abrazar, llegaban de todas partes. Sentí que nadie está solo. Somos uno. No hemos perdido la partida, ni dormiremos con la soledad. Y los aplausos romperán el silencio al que tanto tememos. Aunque algo desconocido nos ponga contra la pared.

Y ya espero las siete de mañana. Otra vez me sentiré uno, solidario, tolerante, único, especial… Porque me están llegando los aplausos y la letra de RESISTIRÉ vuela como un himno.

Y la magia nunca se perderá mientras hayan personas capaces de solidarizarse, de sonreír a un vecino que nunca había saludado. La magia estará siempre que sintamos que los abrazos no solo se dan físicamente, también se dan con un gesto, con una sonrisa.

Y una lágrima asomó a mis ojos… Pero no era de tristeza. Era de emoción.
Resistiremos todos juntos con palabras sin colores, con palabras llenas de magia y emoción.