Lo que para todos los garachiquenses parecía un simple mar de leva llegó a tintes de desastre. El mar dejó de ser un mero espectáculo de entretenimiento por fuera del bar Sioux para convertirse en algo a lo que temer. No fue ni la primera y tampoco la última pero sí una de las más violentas que se recuerda. 

Era 17 de noviembre de 2018. El mar pintaba de blanco el azul y cuando eran las 19.37 horas de la tarde saltó la primera ola. Una pareja de sevillanos se tomaban un café en Le Patissier, pero lo que no imaginaron fue que verían por primera vez un mar de leva a pie de costa (aunque la costa fuera en ese momento la carretera)

El mar comenzó a cobrar más y más fuerza. Hasta que en torno a las 21.30 horas se comprobó que no era un simple mar de leva. Sería el temporal marítimo más violento de los últimos 30 años, el mar que produjo casi 900.000 euros en pérdidas materiales y que supondría 1,3 millones de euros en ayudas, desalojó a una veintena de vecinos y provocó un colapso de tráfico importante para la comarca. 

Las olas no pedían permiso para entrar a la avenida marítima y toda la noche fue un rugido constante. Alrededor de las 3.00 horas de la madrugada entró la más fuerte y potente, la que llegó, con un pequeño reboso, al cruce de la calle Francisco Martínez de Fuentes con la calle San Diego. 

El domingo amaneció con el campo de fútbol arrasado

Garachico fue portada de todos los telediarios nacionales esa noche y la del domingo. La virulencia del mar que cada cierto tiempo intenta recuperar lo que es suyo puso a la Villa y Puerto en el foco informativo del fin de semana.

El domingo amaneció con una imagen desoladora: el campo de fútbol había sido arrasado. El césped artificial quedó totalmente irreconocible y hasta el antiguo terreno de juego llegaron productos de los comercios de la avenida, que también habían sido arrasados. El tramo de vía entre el campo y la Casa del Molino parecía haber asistido a una batalla campal durante la noche.

A pesar de la estampa, del mar y de la lluvia que caía por momentos, al día siguiente (domingo 18) la afluencia de gente no decayó. Nadie quería perderse ese desastre natural. No obstante, en una decisión sin precedentes, el tráfico fue desviado desde Icod hacia El Tanque, lo que daba cuenta de la magnitud del desastre. El casco de Garachico solo estaba accesible para sus vecinos. La carretera de las medianías se convirtió en ruta obligada para quienes querían acceder al resto de la Isla Baja.

La TF-42 se cerró desde Las Cruces hasta Icod

El mar puso a prueba también el operativo de seguridad previsto para estos casos, que cogió desprevenidos a las administraciones públicas. Fue necesario el refuerzo con agentes de la Guardia Civil y la Policía Canaria.

Tras el ocaso del domingo, los presidentes del Gobierno canario y del Cabildo se hicieron presentes en Garachico para conocer de primera mano los daños del mar de leva. En la memoria de muchos queda la estampa de Fernando Clavijo y Carlos Alonso caminando mientras observaban el ancla de la avenida marítima que el mar había arrastrado más de 150 metros.

El lunes, cuando el mar comenzaba a remitir en cierta medida, era el momento de restablecer la normalidad en el pueblo lo antes posible. Los ayuntamientos de la comarca y de otros rincones de la isla ofrecieron sus medios humanos y materiales para limpiar las calles y asegurar los locales y viviendas afectados. Por la tarde, la avenida marítima quedaba abierta al tráfico 48 horas después de haberse cerrado. Pero la estampa que quedaba era desoladora. Quedaba mucho por hacer.

Ha pasado un año y Garachico todavía tiene cicatrices visibles en su litoral. Los empresarios aún no han cobrado el dinero de las ayudas prometidas. Unos reabrieron varios meses después. Otros desistieron. Una boya predice durante los meses más inestables el comportamiento del mar y el Ayuntamiento ya contempla una reubicación de las instalaciones municipales. De momento, Garachico sigue mirando con recelo a su vecino más valioso y, al mismo tiempo, más temido.