Durante la década de los noventa del siglo pasado, la industria mediática española creció y nacieron los grupos mediáticos. Grandes conglomerados empresariales que cayeron en manos de empresarios de otros ámbitos. Gente que nada tenía que ver con el periodismo y que su interés se centraba únicamente en la obtención del máximo beneficio.

Tras este contexto sacado de la más pura clase magistral universitaria, más vale dirigirse al lector con respeto y dejarles claro que en ese entonces la pelea por la audiencia se fraguó en los despachos de los grandes magnates y que fue una batalla ideológica: la derecha contra la izquierda y la izquierda contra la derecha.

Estaba todo muy claro: Prisa estaba del lado de la izquierda. No había de qué preocuparse porque el gran grupo mediático velaba por los intereses de los socialistas. Sin embargo, la derecha popular no tenía un aliado tan unido pero sí medios de comunicación fuertes como la Cope, el periódico El Mundo (capitaneado por Pedro J. Ramírez) y otros medios del grupo Planeta.

Los hilos

De este contexto, hay muchísimos hilos que se han ido moviendo para un lado o para otro pero siempre es importante saber cuáles son porque así se entenderá todo. Detrás de todo esto, lo que no se ve ni se oye son las presiones del poder económico y político a los medios de comunicación.

Se mueven todas en diversas direcciones: un empresario que se anuncia en un medio le pide que no saque esa noticia negativa que puede hundirle el negocio, un político corrupto con acciones en esa misma empresa pide que no saque esa información o si no su empresa dejará de anunciarse.

Entonces los ingresos del medio bajarán y puede verse abocado al cierre… y así miles de historias que en la redacción de un medio de comunicación pasan desapercibidas a los periodistas hasta que el redactor jefe o cualquier cargo de responsabilidad dice que no se puede publicar esto por algún tipo de razón. El periodista pierde independencia y sentido del oficio.

Las presiones pasan hasta que el redactor jefe dice: «esto no se puede publicar»

También pasa a la inversa: un medio puede presionar a un empresario o a un político por la posesión de cierta información que puede perjudicarle. Pero entonces, esa persona no es periodista porque no es ético ni moral. No es buena persona y no puede dedicarse a este oficio.

Así de duro, complicado y oscuro es el panorama de los grandes medios de comunicación y del periodismo en las altas esferas.

También en el ámbito local 

Pero se puede bajar a otros ámbitos también. Se puede ver esto en el contexto local mediático. Sin ir muy lejos, a principios de la semana pasada, un alcalde de un pueblo de esta comarca denunciaba el comportamiento inapropiado de un periodista que vende su programa a una televisión pública. La negativa del político a subvencionarlo hace que el enfoque de su reportaje cambie, se vuelva totalmente subjetivo y parcial y se aleje de la realidad que contiene un día de celebración.

En el ámbito local todo es más complicado por la cercanía. Puedes presionar más fácil: vía WhatsApp, redes sociales, incluso en persona. El político tiene que aguantar y ser capaz de lidiar con ese medio de comunicación que incesantemente le pide. Esto evidencia una falta de profesionalidad aguda y una falta de ética y de deontología denunciable ante… ¿ante qué? Los periodistas carecen de un colegio profesional y casos como este no son denunciables ante un juzgado porque la falta de moral y de ética no son un delito desafortunadamente.

En el ámbito local puedes presionar más fácil

Cualquiera

Cualquiera se considera periodista o profesional de la comunicación. Cualquiera es capaz de gestionar una red social, convertirse en community manager y dejar sus labores esenciales de lado por conseguir que su página, en la que refleja realmente su trabajo, consiga un ‘me gusta’. Cualquiera es capaz de ponerse delante de un micrófono y no controlar su «incontinencia verbal involuntaria». Cualquiera es capaz de crear un medio de comunicación digital local en el que desprestigiar a compañeros y compañeras del gremio, a políticos pero luego favorecer a otros y además publicar noticias que nada tienen que ver con el contexto informativo que les ocupa. Cualquiera es capaz de casi todo en el periodismo.

Aventurarse a tener un medio de comunicación es de valientes. En estas esferas más cercanas es mucho más complicado: hay que evitar caer en el clientelismo y ser lo más ético posible. No se puede pretender vivir a costa de los ayuntamientos y ser tan osado de publicar en redes sociales que «nadie es profeta en su tierra». ¿Para qué serlo? Un periodista nunca debe serlo, debe ser el altavoz de los profetas oriundos.

No se puede pretender vivir a costa de los ayuntamientos

Todo lo ocurrido durante estas semanas en el panorama mediático de la comarca evidencia la necesidad de un colegio de periodistas o un órgano en el que se puedan denunciar casos de este tipo. Porque si pasa eso en este pequeño territorio, ¿qué puede pasar en capitales o en centros de poder? Mejor no saberlo.