La romería de San Roque se puede vivir de muchas formas: peregrinando, como turista, acompañando al santo, comiendo en casa al paso de la comitiva, en parranda… Este año, la casualidad vino un par de semanas antes en forma de carreta. Bendita sorpresa. Nos íbamos a San Roque con Chencha, esa maga tan guapa que iba presidiendo la carreta número 5, la del poleo, las buganvillas y las cintas.

La historia de la primera carreta comienza en Los Silos bien temprano, porque pasadas las 8 de la mañana ya se podía ver a un hombre vestido de mago caminando entre los adoquines mojados. La guagua no espera y San Roque tampoco, así que madrugar se convierte en una obligación para poder disfrutar del 16 de agosto en toda su plenitud.

De camino a la Villa y Puerto, muchos vecinos de Buenavista y Los Silos peregrinan a pie por la carretera rumbo a San Roque. Otros tantos lo hacen desde Icod, incluso ataviados ya con el traje típico. Garachico siempre es una belleza, pero el día grande de su fiesta adquiere unas tonalidades difícilmente superables por cuantos deseen intentarlo.

Y allí estaba esperándonos Chencha, en su primera carreta. ¿Saldrá bien del terraplén de San Pedro? ¿Superaremos los baches de la plaza del muelle? ¿Aguantará la bajada hacia la Pila? ¿Llegaremos sanos y salvos a San Roque? Muchas incógnitas por responder horas más tarde. Ahora, mientras las provisiones llegaban y la carreta terminaba de acondicionarse, tocaba ocuparse del protagonista del día.

La procesión de la mañana es la fiesta de los colores

San Roque esperaba en su casa y el pueblo lo esperaba a él en la plaza. Vale mucho la pena quedarse en el interior del templo mientras la imagen comienza a salir hasta el pórtico. En la intimidad de la pequeña ermita, pocos como Marcos —su mayordomo— pueden explicar con precisión lo que en ese momento circula en el ambiente.

Tras la misa, sucede lo que ya todos conocemos. Derroche de fervor hacia San Roque en su traslado hasta la parroquia de Santa Ana. La procesión de la mañana es la fiesta de los colores. Las cintas de las varas, los pétalos que caen de los balcones, los trajes de campesinos… todo se conjuga a la perfección.

La llegada a la iglesia y el comienzo de la función religiosa más importante del día son otro de los platos fuertes de la jornada. Los garachiquenses y visitantes se organizan para poder estar en su lugar en el momento adecuado. Con los primeros compases del mediodía toca volver a visitar a Chencha. La zona de las carretas ya va cogiendo ritmo y sabor a carne. Todo en orden y listos para salir en poco tiempo, cuando San Roque llegue al muelle por la calle Santa Ana en otra de las obras de arte del día. La descubrí hace tres años pero presiento que me faltan muchos más para ser capaz de explicar qué ocurre en Garachico entre las 2 y las 2 y media de la tarde en esa calle.

Aprobado con nota

Y comenzó la romería. Primera prueba superada: Chencha y su carreta sortearon la salida. También la curva de la plaza del muelle, donde los baches ni se notaron. «Siempre que pasas con el coche lo sufres y hoy como si nada», comentaba sorprendida Vicky.

La calle Santa Ana es otra de las obras de arte del día

Toco servir mucho vino y mojito. El primero, para las miles de personas que contemplaban la romería desde la calle; el segundo, para los moradores de la carreta. Desconozco qué bebió Chencha pero, si se emborrachó, supo disimular a la perfección. Eso sí, cuando Sofía Negrín subió arriba micrófono en mano, no dijo ni mu; fue Almudena quien hizo de portavoz ante la cámara de la Televisión Canaria.

Santi no paraba de asar carne mientras Andrés, Pedro y Elías supervisaban. Damián no paraba de ofrecer cerveza a la gente que pasaba calor desde abajo. Y eso que la panza de burro no se fue en todo el día…

Nos vamos acercando a San Roque. La romería en carreta se pasa muy deprisa, pero el coro de la proa lo remedia sin parar de cantar. Raúl, Aitana, Leticia, Rita y hasta David, que subió tarde y quería recuperar el tiempo perdido. Mención especial merece Josuha. ¿Cómo intentas convencer a un villero de que eso de que «la fiesta más bonita que hay en Canarias» puede que no sea ya exclusividad de La Orotava? A lo mejor, después de lo de este jueves, se queda con la duda…

Tras darle salida a las ciruelas, faltaba el melón y la sandía. Olaya y Cristi, cuchillo en mano, se afanaron en cortar decenas de rodajas que se perdieron por los costados de la carreta porque un servidor se afanó en ofrecerlas a media calle Esteban de Ponte y a toda la de San Roque.

Y llegamos a la plaza. San Roquito nos esperaba en la puerta de la ermita, siempre tan educado porque no entra hasta que llegue la última la carreta. Mientras Chencha se quedaba vigilando la nuestra, fuimos a despedir al santo rodeados por un mar de lágrimas. Miraras a donde miraras, solo veías caras de emoción desbordada en los garachiquenses por cumplir la promesa un año más… y también en quienes no son hijos de este pueblo (Richard estuvo rápido para matizármelo).

Con San Roque en su altar siguió la fiesta con el baile de romeros. Chencha se fue a su casa a descansar y nosotros nos quedamos hasta la noche. El próximo año habrá que mirar si quiere volver a salir con nosotros en carreta, pero yo creo que ella ya está más que convencida.

Codirector de DAUTE DIGITAL y redactor en COPE Canarias. Grado en Periodismo por la Universidad de La Laguna y Máster en Innovación en Periodismo por la Universidad Miguel Hernández de Elche.