Escenario en silencio

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Caminante entre invernaderos te adentras por un universo onírico. Un mar de plástico compite con el azul del mar y el cielo, con el verde de la platanera, con el desorden de los tarajales despeinados y con la noble piedra de los callaos ruidosos. Senderos hacia un mar de azules reflejos que se hace esperar.

Enfrente, entre edificaciones descuidadas por el tiempo y el olvido, una edificación con piedras y rocas de colores sinuosos aparece.

Escenario en silencio.

Alguien podría pensar qué hace allí un escenario que espera eternamente actores, músicos o saltimbanquis que lo pueblen de palabras, melodías y piruetas.

Mas no. No hace falta que ningún humano declame lo que el viento ha compuesto en siglos de jugar con el sonido la piedra y la madera. Sinfonía inacabada de la naturaleza.

Alguien puso allí el escenario para que el alisio se mezcle, en sordina, como trompeta oceánica con la percusión de las olas entre los callaos bordados de espuma.

No hay mayor espectáculo que el que la naturaleza ofrece desbordado de luz y sonidos.

Solo faltan los ávidos espectadores que acudan a escuchar, a ver, a reconocerse en el viento, en las olas, en el océano…

Una silla, una persona y el escenario.

Sólo eso hace falta para que haya espectáculo. Para que el ser humano vuelva a pensar.

La reconciliación de la naturaleza y lo humano es urgente.