Por estas fechas, el olor a tea y a castañas asadas está muy presente en la comarca. Como cada año, el final de noviembre viene acompañado por una de las festividades que poco ha cambiado con el paso de los años: San Andrés.

Mientras los más jóvenes desempolvan sus tablas y carros, los mayores se preparan para estrenar el vino que durante meses ha permanecido encerrado en las bodegas.

Montados en sus pequeños vehículos de madera, niños, niñas, jóvenes y no tan jóvenes desafían al peligro calle abajo, siempre buscando las pendientes más empinadas para que la velocidad y la adrenalina les acompañen en cada viaje.

En estos días las rodillas y los codos pelados —y algún que otro hueso roto— no son más que una seña de que San Andrés ha llegado.

Y es que, aunque la celebración haya nacido en Icod los Vinos, Garachico ha heredado parte de ella. Según los vecinos, «San Andrés se hereda de generación en generación».

Padre e hijo compartiendo tabla en la calle El Drago, Genovés

La tradición de San Andrés se remonta al siglo XVII, cuando los bodegueros icodenses se preparaban para la vendimia.

Desde las zonas altas lanzaban sus barricas vacías por las pendientes en tablas de tea hasta llegar a la playa, para allí lavarlas con el agua salada del mar, idónea para eliminar la suciedad que se acumulaba en la madera.

San Andrés se hereda de generación en generación

Con los años, lo que en su momento fue un método de transporte se convirtió en el festejo que hoy en día conmemora el pasado histórico del municipio.

Por ello, cada año miles de personas visitan la Ciudad del Drago y reviven una celebración que, lejos de desaparecer, se ha hecho un hueco en el calendario festivo de la comarca Ycoden-Daute.

Pero, ¿cómo lo vive Garachico?

San Andrés y las medianías
Jóvenes arrastrándose por las calles de Genovés

Las medianías de la Villa y Puerto celebran esta festividad como el resto, pero con algunos detalles añadidos.

Genovés y San Juan del Reparo, sobre todo, son los barrios que más reviven la tradición cada año al llegar noviembre.

Según algunos mayores, San Andrés se celebra desde mucho antes de que ellos nacieran. «Cuando yo era pequeña, mis hermanas y yo nos montábamos en un tablón de tea y mi hermano mayor nos arrastraba con una cuerda», comenta una vecina de Genovés.

El hecho de que las calles no estuvieran asfaltadas suponía, en ocasiones, un gran problema: «A nosotros nos pasaba que, a lo mejor, íbamos montados dos o tres en la misma tabla y si pillábamos una piedra volábamos por el aire y aterrizábamos unos metros más abajo», cuentan entre risas. Sin embargo, esto no era ninguna excusa para no volverlo a intentar.

Las tablas también fueron durante mucho tiempo el vehículo en el que se arrastraban los más jóvenes del casco urbano. La calle elegida también cuenta con un gran desnivel positivo: La Pitera.

Imagen de la calle conocida como 'La Pitera' en el casco de Garachico
Imagen de la calle conocida como ‘La Pitera’ en el casco de Garachico

Es decir, la calle Alcalde Perlaza o la calle donde estaba el antiguo cuartel de la Guardia Civil, recientemente demolido. En esta calle se lanzaban en tablas hasta llegar a la montaña de gomas.

Una pequeña alcantarilla hacía la función de rampa y los jóvenes pasaban a posta a toda velocidad por ella para que la adrenalina aumentara su nivel en el momento preciso. Más de uno gastó guantes y tenis viejos. Otros rompieron huesos.

A falta de tea, buenos son los trillos

Además, las tablas no eran el único vehículo que utilizaban: «La tea se conseguía de la madera de las casas, pero cuando no había, nos arrastrábamos con los trillos».

Este instrumento de madera, utilizado para separar el trigo de la paja, era idóneo para que, según los medianeros, un grupo de hasta 5 o 6 personas se pudiese arrastrar al mismo tiempo.

Con el paso de los años llegaron los carros, ruidosos y veloces, y con ellos la posibilidad de dirigir la trayectoria de «los lances», como se conoce al viaje carretera abajo.

Calle El Volcán, en Garachico

Hechos con madera y rodillos de coches bien engrasados, poseen una pequeña dirección en la parte delantera que permite girar el vehículo. Los carros son característicos sobre todo de las medianías.

De hecho, en Icod, salvo en algún barrio como La Vega, nunca se han corrido.

Estos carros también rodaron durante muchos años en el casco de Garachico. Concretamente, en la calle El Volcán. Mismo mecanismo y funcionalidad.

Una de las calles más empinadas del casco y con mejores curvas hacía las delicias, durante los días previos a San Andrés, de los más jóvenes del municipio.

Alguno que otro incluso aprovechaba los correpasillos de la infancia para poder arrastrarse calle abajo y dar las curvas con el volante y no con los pies.

Niña montada en un carro de madera

Hoy en día, las calles que se utilizan para correr son, en Genovés, la calle Real, dividida en dos tramos: en el Lomo León para los carros y, más próximos al final de esta, se arrastran con las tablas.

Mientras, en San Juan del Reparo se utiliza principalmente las calles El Monte y El Cardón. Además, hasta hace unos años, la noche del 29, víspera de San Andrés, un vecino de la zona solía amarrar cacharros a su coche y recorría los barrios anunciando que el día esperado había llegado.

Lamentablemente, la calle El Volcán de Garachico echa menos el ruido de los rodillos calle abajo.

La Caleta, fiesta por excelencia

Como no podía ser de otra forma, La Caleta de Interián es un baúl de tradiciones en honor a San Andrés con motivo de sus fiestas patronales.

La más llamativa es la espectacular exhibición pirotécnica en la playa, la noche de la Víspera, un acto que cada año congrega a un mayor número de personas.

Fuegos artificiales de todos los colores y formas iluminan el cielo y también el agua cuando las imágenes de San Andrés y la Virgen del Rosario llegan a la playa.

Fuegos acuáticos y aéreos de La Caleta de Interián. / Foto Rodríguez

Antes de ese momento, el pueblo vive uno de los momentos más emotivos con las coplas al santo, cantadas por componentes de la Agrupación Folclórica Menceyes de Daute y solistas invitados, al paso de la procesión por la calle Villanueva.

Los fieles se agolpan en la estrechez de la vía y la emoción se vive a flor de piel.

La ‘Cacharrada’ comienza a las 4 de la mañana

Horas más tarde, al término de la verbena, cientos de vecinos se arman de latas y botes para seguir la fiesta con la Cacharrada, una tradición que arranca en torno a las 4 de la mañana y que recorre las principales calles de La Caleta.

No es la única, puesto que en la Víspera por la mañana son los más pequeños quienes, a través del CEIP Las Salinas, participan de la fiesta con sus cacharros, garantizando la continuidad de la tradición en el futuro.

El 30 de noviembre, día de San Andrés, también tiene lugar otro acto señalado: la suelta de las palomas en la calle La Luna, especialmente engalanada para recibir al patrón.

Cuando llega la procesión, el párroco se acerca al cruce con la calle El Norte y tira de la cinta que está unida a una piñata en forma de barco. De allí salen volando varias palomas blancas, a la par que suena una estruendosa lluvia de voladores.

Barco de San Andrés, en la calle La Luna de La Caleta. / Foto Rodríguez

Pero no menos llamativo es uno de las últimas celebraciones de la fiesta. El domingo posterior al Día Grande, San Andrés y la Virgen del Rosario suben hasta El Llano de La Caleta para bendecir los campos y las dos bodegas de la zona.

Es entonces cuando los vecinos prueban el vino nuevo, acompañado de unos típicos chochos. De regreso a la iglesia, la Procesión del Vino hace una pausa para contemplar los Fuegos del Patio, siempre con el recuerdo a José Ángel Bautista, Pichi.

La Tamborada del instituto

Y si San Andrés está lleno de tradiciones en los barrios de la comarca, no iba a ser menos en los centros educativos. En el IES Daute-Los Silos, el 29 de noviembre tiene lugar la Tamborada.

Con algunas variaciones a lo largo de los años, la tradición marca que los alumnos de 2º de Bachillerato irrumpan por sorpresa en todas las clases con cacharros e instrumentos de percusión para sacar a los alumnos y disfrutar de diversas actividades de ocio.

Al día siguiente es la Fuga. Es 30 de noviembre y los jóvenes no acuden a clase por celebrarse la fiesta de San Andrés.