La tecnología trae consigo cambios que afectan a nuestras costumbres y tradiciones. En ocasiones lo que para algunos significa avance y comodidad, para otros no es más que una pérdida del arraigo que durante muchos años fue heredado de generación en generación.

Muchos hábitos diarios que sobre todo las mujeres de antaño desempeñaban, han ido desapareciendo hasta convertirse, hoy en día, en hechos históricos para los jóvenes. Sin embargo, en muchas ocasiones esas historias no son tan antiguas como parecen.

Hasta hace a penas 40 años – incluso menos, en algunos barrios – la tarea de ir a lavar a la fuente formaba parte del día a día de las familias de la comarca. La mayoría de los hogares no disponían de agua para beber, lavar, cocinar e incluso para la realización de obras. Algunas casas estaban provistas de estanques y aljibes que almacenaban el agua de la lluvia, pero generalmente esta no era potable, razón por la cual no se consumía.

Sin embargo, con el paso del tiempo y gracias al desarrollo de los sistemas de alcantarillado y la provisión de tuberías y sistemas de transporte, el agua a presión llegó a los hogares. Aunque esto se produjo progresivamente en los diferentes barrios de Garachico, El Tanque, Los Silos y Buenavista, a mediados de los años 70 la mayoría de familias disponían de este bien. Además, la llegada de las lavadoras hizo que las fuentes y lavaderos públicos dejasen de estar transitados y su uso se limitase a aquellas personas que optaban por la tradición y rehusaban la tecnología.

Sobre todo las mujeres eran las que acudían a los lavaderos

Sobre todos las mujeres eran las que acudían a estos lugares. Con las cestas en la cabeza y los trozos de jabón en los bolsillos, se disponían a lavar ropas, sábanas y telas que servían para el uso cotidiano de los hogares. Con paciencia, esmero y cariño lavaban a piedra las prendas que el trabajo había manchado y de nuevo con las cestas en la cabeza y las manos ajadas de estregar, volvían a sus casas.

Estos lugares, llenos de encanto y de historias se han abandonado. En algunos la naturaleza ha hecho su labor y los ha escondido de tal manera que su acceso es imposible. En otros, los años han hecho mella en ellos y han provocado su desaparición. Sin embargo, la comarca Daute aún conserva en buen estado muchos de los que fueron en su momento fuentes y lavaderos de uso cotidiano.

La Madre del Agua

Existe un lugar en Genovés, Garachico, que hoy en día pocos conocen. Solo los mayores se acuerdan de lo que fue, en su momento, el lavadero del barrio. Los más jóvenes saben por sus abuelos lo que se hacía en este sitio que hoy en día está en estado de abandono.

La fuente, situada en la zona de La Viña Grande, también conocida como Las Viñitas, trae agua natural que proviene de los nacimientos situados debajo de la tierra y en su momento albergó el tránsito de las cientos de personas que formaban uno de los barrios más poblados del municipio.

Según algunos vecinos, hace más de 70 años, la Madre del Agua era como un gran charco, un estanque donde todo el mundo iba a lavar y a recoger agua. «Colocarse por la parte de arriba siempre era mejor, porque al que se ponía por debajo le tocaba toda la suciedad», cuentan. Sin embargo, años más tarde se procedió a la restauración de este lugar y a la construcción de las tanquillas individuales que hoy en día aún existen.

Muchas veces había que esperar más de una hora para lavar

«Cada persona tenía su tanquilla y muchas veces tenías que esperar más de una hora para poder utilizar el nacimiento», afirma un vecino, ya que en este momento Genovés superaba los 500 habitantes.

Pero la Madre del Agua no solo se utilizaba para lavar, sino además para recoger el agua que servía para el consumo, para el aseo e incluso para las construcciones del barrio. Con la ayuda de los animales de carga, generalmente burras y mulas, se llenaban barriles que se transportaban hasta sus casas. También los propios vecinos los llevaban en la cabeza. «Todo había que subirlo por una vereda empinada  y caminos de piedra y cuando llegábamos a la higuera negra descansábamos porque era un trabajo agotador», cuenta una vecina.

Tener un animal daba la posibilidad de llevar en un mismo viaje 3 o 4 barriles al mismo tiempo, dependiendo de la fuerza de la bestia. Muchas perdieron la vida por el esfuerzo que suponía cargar tales cantidades de peso por un camino tan duro.

En 1953 se empezó a construir la ermita de Nuestra Señora de Fátima, en el Lomo León y los vecinos tuvieron que trasladar el agua desde el nacimiento hasta el lugar de la obra. Años más tarde, alrededor de principios de los 60, el barrio empezó a construir la ermita de la actual patrona, la Virgen de Candelaria, gracias también al agua proveniente de este sitio.

Aunque aparentemente pueda dar la sensación de que este lugar simboliza el trabajo y el esfuerzo, lo cierto es que los vecinos hablan de él con alegría. Según cuentan, ir a la Madre del Agua era divertido: se cantaban canciones, se reían, se compartía información y se entretenían al mismo tiempo que no abandonaban sus labores. Todo ello en terrenos (actualmente propiedad de la conocida familia Brier y Bravo) plantados de cafetales y plataneras que daban unas vistas inigualables al tiempo que se disfrutaba de un agua fresca, limpia y pura.

Desde que llegó el agua a presión la gente dejó de ir a la Madre del Agua

Sin embargo, a principios de los años 70 se estableció el servicio domiciliario de agua potable que significaba la posibilidad de evitar el duro trayecto hasta la fuente. Aunque al principio hubieron unos pocos que continuaron yendo, años más tarde el lugar quedó abandonado a razón de la naturaleza.

A día de hoy, la Madre del Agua sigue siendo un lugar que reboza paz y tranquilidad. El agua tan fresca como antaño sigue emanando de lo más profundo de la tierra y llenando las tanquillas que, lejos de recibir a alguien que las utilice para lo que fueron construidas, permanecen después de décadas. Aunque los cafetales y plataneras desaparecieron la naturaleza que rodea este sitio lo hace único y especial para todos los vecinos que, durante años compartieron sus vidas en esta fuente abandonada.

Al igual que en Genovés, otros barrios de Garachico y del resto de la comarca también cuentan historias similares de sus lavaderos. En San Juan del Reparo existe actualmente La Jordana, donde, al igual que en la Madre del Agua, se dejó de ir después de que el agua a presión llegase a mediados de los años 60. Según cuenta una vecina, La Jordana es un lugar especial para muchas mujeres del barrio ya que fue allí donde conocieron a sus maridos. Además, allí existió otra fuente llamada Los Loros, a la cual actualmente no se puede acceder.

También en Garachico, concretamente en San Pedro, está Agua Blanca. En ella, el agua proviene de la bolsa de la Atalaya situada por la zona de El Tanque. «Aquí todavía hay señoras que, con la cesta en la cabeza, vienen a lavar su ropa a estos lavaderos», comenta un vecino. Según este, el agua que proviene del embalse ha sido analizada y los resultados han determinado que se trata de un producto de muy buena calidad. Por último, en La Caleta de Interián también existieron los conocidos como Lavaderos de Barranco Arriba, a los cuales hoy en día tampoco se puede acceder.

La Atalaya, en El Tanque, dispone también de unos lavaderos públicos que llevan el mismo nombre, llamados así por la ser el lugar desde donde se puede ver todo el horizonte.

En Los Silos, los más conocidos son los Lavaderos de Susana, recientemente rehabilitados, pero por los que actualmente no correo el agua. Este lugar se construyó en la primera mitad del siglo XX y sus más de diez piletas están distribuidas de manera longitudinal. Según cuentan algunos vecinos, Los Silos disponía de otro más arriba de este, más hacia el naciente del agua, pero con el paso del tiempo se terminó perdiendo.

Lavaderos de Susana, Los Silos

En Buenavista, concretamente situados en el barranco de Triana, se encuentras los lavaderos con el mismo nombre. Recientemente restaurados y al igual que en Los Silos, tampoco corre el agua. En Teno Alto existieron los llamados Lavaderos de la Torre y también el de Dornajos, pero según los vecinos, pocas personas utilizaban esta fuente, puesto que disponían de agua en sus casas. En Masca y en El carrizal, a pesar de que no existió un lugar público como en otros barrios, las mujeres se aprovechaban de los nacientes a los cuales acudían con palanganas a lavar y a buscar agua para sus casas.

El paso del tiempo, el avance de las tecnologías y los cambios en los hábitos domésticos ha provocado que estos lugares estén en desuso, prácticamente abandonados y muchos de ellos olvidados. Sin embargo, mientras permanezcan en la memoria y en las anécdotas de los que hicieron uso de estos lavaderos, nunca desaparecerán del todo.

Redactora y reportera desde 2018, pero periodista de nacimiento. Máster en Marketing y Comunicación Digital. Máster en Diseño Gráfico Digital. "Hablando hasta por los codos... Desde que aprendí a hablar".

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