La romería número 28

Las impresiones de una romería especial. Una edición más, llena de detalles y complicidad

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Más allá de un simple número de asistentes, la romería de San Roque siguió la tónica de todos los años: fervor, tradición, calor y buena comida. Algunos se sintieron expectantes ante la retransmisión en directo por la televisión pública autonómica. Pudo ser esa la única diferencia con el resto de romerías que llevo a mis espaldas: 28, para ser exactos.

La romería coge el color que uno quiera darle. Siempre teniendo en cuenta que los colores de las cintas de San Roque son muy variadas. El color rojo es para todos aquellos que lo viven desde la pasión y el fervor. El verde para los que miran a San Roque con la esperanza del “consígueme lo que te pido”, tal y como reza la plegaria. Azul para todos los que saben que es el color de los pescadores, de todos aquellos que antes seguían a San Roquito por el mar pero que nunca fue inalcanzable… y así podríamos estar enumerando todos aquellos matices cromáticos, como promesas se le brindan… y así este texto nunca tendría fin, como no la tiene tampoco la devoción que se le profesa y que hace que el 16 de agosto sea uno de los mejores días del año.

Ha sido una romería especial. A las 7.30 ya me enfundaba el traje de maga. Me levanté antes que mi madre. Siempre me suelen despertar los ruidos de calderos de papas y huevos guisados. Pero no… subí y bajé a la plaza de San Roque como dos o tres veces, pasé otras tantas por casa de mi abuela (punto clave, centro neurálgico, campamento base), un par de ellas por mi oficina, bailé el tajaraste, me bañé en pétalos por no perder detalle… Todo esto, lo más rápido posible, para llegar lo antes posible a la carreta. El afán y el ansia por llegar y por aprovechar cada minuto de una carreta llena de gente de toda la vida.

Ser tan puros retrocede, te hace permanecer hierático en el tiempo

Jóvenes, muy jóvenes… pero no por eso poco comprometidos. Siempre con detalles que se le escapan a las nuevas generaciones pero creo que cada uno vive este día como más le sabe. Se aprende y se consigue pasar del mejor modo posible.

Ser tan puros retrocede, te hace permanecer hierático en el tiempo y te impide mirar hacia el futuro. Sé que las nuevas generaciones tenemos en nuestras manos una gran responsabilidad ya que conservar todo lo que nos rodea es un auténtico ritual. Ayer pude teorizar sobre eso en la carreta, ya una vez acabada la romería. Lo hice con alguien más joven que yo aún. No crean que los jóvenes nos desentendemos. Sabemos lo que tenemos y lo que queremos. Estoy de acuerdo con la frase «como debe ser» pero no me importa que alguien plantee «¿no es mejor hacerlo así?».

Por eso, y por otros detalles, llamamos a la carreta «Los promesa». No sabemos si volveremos a salir en otra edición (todos juntos) pero en esta hemos comprobado que ansiábamos una carreta así. Tanto que fuimos los últimos en abandonar la zona de las carretas sabiendo que sea como sea, el año que viene volveremos.

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Más de una década al servicio de la comunicación