Me sorprende enormemente ver cómo cada año por estas fechas una parte importante de los ayuntamientos de esta isla, incluso de esta comarca, se suman al derroche y despilfarro del consumo energético que supone el alumbrado navideño. Buena parte de ellos, siguiendo el ejemplo del Ayuntamiento de Vigo. Un ejemplo que no debería replicarse a estas alturas de la película. 

Me preocupa ver miles y millones de luces encendidas durante las noches de algo más de un mes, pues cada vez se encienden antes; incluso con actos de encendido, como si de un importante y gran festejo se tratara. Luces encendidas por el mero hecho de adornar y no de alumbrar los sitios oscuros dónde y cuándo se necesitan, función real de un alumbrado público decente y eficiente. 

Me preocupan estos alardes de prosperidad, despilfarro innecesario y espectáculo grotesco, más en este época en la que los ciudadanos de este país de pandereta y botijo estamos pagando la factura la luz más cara de la historia. En este momento en el que las multinacionales energéticas nos chantajean, en el que la derecha rancia nacional no apoya en el Congreso la bajada de impuestos sobre la energía eléctrica y luego busca crispación en las redes y los medios. 

Me preocupan estos ejemplos de despilfarro tras tantos años pidiéndoles a los ciudadanos que ahorren energía, que apaguen la luz al salir de la habitación, etc… Tantas y tantas campañas de ahorro energético, firmas de convenios internacionales para frenar el cambio climático, acuerdos para implantar los ODS, agendas de desarrollo sostenible, planes de ahorro energético… al parecer debe de ser todo papel mojado para muchas administraciones.

Me preocupa ver estrellas, esferas, camellos, lacitos y cajas sorpresa iluminando las calles de nuestros pueblos mientras nuestras madres ponen la lavadora de noche para disminuir el precio de la factura de la luz. Debe ser muy fácil «disparar con pólvora del rey».

Y como naturalista y ecologista, no deja de preocuparme el efecto de los millones de toneladas de combustible que se queman para generar esta energía innecesaria. Millones y millones de toneladas de emisiones de contaminantes. ¿De dónde creen que se obtiene esta energía? ¿De las eólicas y fotovoltaicas del sur de Tenerife?

Además, a esto le sumamos la contaminación lumínica que generan estas luces navideñas sobre nuestra rica y frágil biodiversidad, la calidad del cielo nocturno y nuestras vidas. No olvidemos que Canarias fue la primera Comunidad Autónoma del estado en crear, hace más de 20 años, una ley del cielo con el objeto de conservar la calidad de la noche y del cielo nocturno. Por lo menos respetemos mínimamente las leyes que tenemos, que luego le exigimos al ciudadano normativas imposibles de ejecutar.  

Hemos convertido un acto religioso que celebraba el nacimiento y llegada del Niño Dios, en la gran bacanal del consumismo sin sentido. Un consumismo extremo que todos sabemos a donde nos está llevando, aunque suene a alegato catastrofista, a la destrucción del lugar donde vivimos, nuestro planeta y nuestra isla, pues ya comenzamos a ser conscientes del colapso ambiental que sufre Tenerife, pues en los últimos años ya hemos tenido dos ceros energéticos, sufrimos atascos de trafico contantes, la basura del vertedero comienza a llegarnos a las orejas y muchas otras afecciones que algunas negacioncitas no quieren ver.  

Las luces de navidad son un mal ejemplo que dan las administraciones a los ciudadanos, pues muchos pensarán «ahora no me vengas a hablar de apagar las luces de mi casa para ahorrar energía y contribuir a la lucha contra el cambio climático, cuando llevan más de un mes con las calles enramadas de luces de colorines». ¿Cómo le van a pedir a la ciudadanía que colaboren, si las administraciones -al servicio de los ciudadanos- no dan ejemplo? 

Por mucha bombilla led, elementos de bajo consumo y planes de ahorro energético, no hay que olvidar que el mejor ahorro energético es la energía que no se consume. Ya va siendo hora de dejar de lado este tipo alumbrados y comenzar a pensar en nuevas formas de adornar los pueblos y ciudades con elementos de decoración más sostenibles, elementos reciclados, reciclables, reutilizables y sobre todo coherentes. 

Tal vez soy un incrédulo, un cascarrabias de la biosfera o con los años me he convertido en el Grinch, pero por favor apaguen la bombilla que me toca como ciudadano y como administradores ese dinero inviértanlo en acciones culturales, sanitarias o de educación que eso sí son cosas que nos deben preocupar a todos los ciudadanos. 

¡Feliz navidad!