¡Vaya por Dios!

0

Después de la gran contestación popular que se ha producido en la Isla Baja, nos acaban de anunciar la buena nueva de que, por fin, el trasvase de aguas negras entre Garachico y Los Silos se llevará a cabo en breve con éxito. Que más pronto que tarde se estarán vertiendo las aguas fecales producidas por los 10.000 habitantes de estos dos municipios a través del emisario submarino de Los Silos, eso sí, «con un tratamiento adecuado» (de esta manera se definió en la propuesta inicial a un sencillo cribado previo para retener compresas, preservativos y otros sólidos que podrían afectar al bombeo). Lo anuncian con entusiasmo y triunfalismo desde las áreas de gobierno que velan por el Desarrollo Sostenible y luchan contra el Cambio Climático, lo que da fe de la calidad de sus líneas de actuación y la coherencia de sus propuestas técnicas. Seguramente más acertadas que las recomendadas por la Guía Europea para depurar aguas residuales con procesos naturales, guía elaborada por la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea para aplicar en poblaciones inferiores a 5.000 habitantes.

Pero la tecnología natural recomendada por la Unión Europea no se considera adecuada para implementar las depuradoras de Las Cruces (Garachico) y Los Silos, porque la autoridad competente insular no la considera un «documento alternativo» al suyo. Es decir, la propuesta presentada por la plataforma vecinal en sus alegaciones, avalada técnicamente por varios profesionales que se basaron para su estudio en la Guía Europea, no se considera un documento alternativo válido, posiblemente porque podría hacer que los ayuntamientos caigan en la tentación de utilizar el agua reciclada resultante para el riego de jardines, empleo en incendios o para aseo urbano, en sustitución del agua de abasto que emplean en la actualidad para estos fines, y es que las aguas depuradas con esa tecnología podrían contaminar, según dicen. Mejor sumar habitantes para rebasar el límite de los 5.000 y evitar así tentaciones.

Para quienes que no conozcan la zona, cabe indicar que el emisario submarino de Los Silos es el único que ha resistido los embates de los fuertes temporales de mar del noroeste, que frecuentemente castigan a esa parte de la isla. Y no porque esté mejor construido que los que se llevó la mar en otros lugares próximos, sino porque está protegido del batiente noroccidental por la Punta de Buenavista (El Rayo). Actualmente, el emisario vacía parte de las aguas fecales de Los Silos en medio de la ensenada que acoge a la piscina y otras zonas de baño, a corta distancia de la costa, y ese es el secreto de su longevidad, ya que sería inviable técnicamente una prolongación que rebasara la Punta de Buenavista para que dispersara lejos del litoral las aguas negras. Y los técnicos responsables del proyecto lo saben.

Invito a los lectores para que en épocas de bonanza, cuando deje de soplar el alisio y llegue lo que llaman las calmas de otoño, se den una vueltita en barco en torno a ese litoral, aprovechando la cercanía del puerto de Garachico. Podrán disfrutar de una navegación bastante estimulante, nauseabunda y maloliente, y se llevarán la agradable experiencia de navegar en medio de una nata babosa que va impregnando las amuras y costados del barco.

La opinión de la ciudadanía de Los Silos y de los visitantes de su costa y piscina, así como la de los pescadores, la supongo; pero también supongo que desde Garachico estarán pensando, con visión corta desde mi modesta opinión, que se han quitado un problema (por no utilizar otra expresión) de encima. Pero no sé lo que pensarán los propietarios de los numerosos restaurantes de la comarca cuando esté funcionando el sistema impuesto por nuestras autoridades, pues uno de sus mayores reclamos consiste en la oferta de pescado fresco; y la mayoría del pescado fresco que se vende y consume en la zona procede de las nasas y capturas que se hacen en la zona de influencia del emisario submarino.

Será que me estoy haciendo mayor, pero recuerdo con añoranza cuando el mar, la mar, de Buenavista, Los Silos y Garachico, olía a mar y a musgo. Cuando el pescado procedente de sus aguas olía, y sabía, a mar y a musgo; y cuando las almejas que se ofertaban en La Caleta olían, y sabían, a mar y a musgo. ¡Joder! Me estoy haciendo viejo, estoy perdiendo el sentido del gusto y el olfato.