Ventorrillos o ‘food truck’

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Foto tomada de la página de Facebook 'Fotos antiguas de Los Silos'

Las palabras designan y nos adentran en el mundo de las ideas. Algunas, además, nos hacen viajar a un mundo de olores, de sabores, de infancia y de fiestas. Otras, nos sitúan en los conceptos de la globalización, de la pérdida de las raíces, de la cultura diseñada desde una lejana oficina que determina qué tendrá más beneficios en un mundo basado en el consumo y las finanzas.

Anoche me invitaron al municipio de La Victoria, a un homenaje a la tradición y la cultura de raigambre popular. Se reconocía el trabajo incansable de la gran dama del canto Olga Ramos.

Pero al llegar y caminar hacia el hermoso parque rodeado de pinares en el que se hacía el acto, empecé a reconocer la fiesta popular. El sabor a pueblo.

Allí estaban con sus manteles de hule floreado, sus sillas de tijera y los olores a comida de día de fiesta.

Solo faltaba la cabeza del cochino como decoración principal con un puro en la boca. Recordé a Concha la Peluda, a Ventura, a Colón…

Ventorrillo de la Comisión de Fiestas de Tierra del Trigo 2020, en el pregón de Los Silos / Foto: Comisión de Fiestas

Las morcillas, las chuletas, las papas arrugadas eran el olor de la fiesta. Eran la misma fiesta.

Porque celebrar algo es traer los recuerdos y las nostalgias a nuestra mente. La fiesta está en los reencuentros y abrazos que algún día olvidamos en el fondo del armario. Está en el alma de la gente. Y siempre he tenido la intuición de que el alma, o al menos parte de ella, está en el estómago. La fiesta huele al orégano de la carne en adobo y a los turrones de Maribel.

Pensé que los ventorrillos ya habían desaparecido engullidos por la burocracia y sus leyes asépticas. Reemplazados por términos anglosajones; aunque no leemos a Shakespeare, es mejor balbucear inglés. Pero no es así. Allí estaban, al lado de la plaza los destartalados y maravillosos ventorrillos. Aún quedan aromas de esperanza. Allí, jóvenes y mayores saboreaban el festejo. La gente ríe, come, bebe, brinda, recuerda y hace pueblo en torno a la mesa. Se nos ha olvidado compartir, estar juntos.

Se nos ha olvidado que la fiesta está en nosotros.