La colilla y el adoquín

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A veces no somos conscientes de hechos que, al parecer nimios, pueden acarrear consecuencias trascendentales: un tropiezo, rechazar un saludo, olvidar el cumpleaños de un amigo, un grifo abierto, no apagar una hoguera, una colilla en la acera…

Todo puede provocar irreparables tragedias.

Yo también, hace algunos años, fui fumador. No quiero estigmatizar ni criticar a quienes lo hacen, ni diré lo perjudicial que puede ser para la salud. También fumar es un placer, aunque parezca políticamente incorrecto escribirlo. Hay muchas conductas perjudiciales y problemáticas para el ser humano tanto física como social a las que las administraciones no hacen caso. Seres humanos apilados esperando decisiones enredadas en los tirabuzones interminables de la burocracia, incendios de bosques que duelen como si le arrancaran a uno un miembro y no se hace una política de prevención y repoblación forestal porque hay que rellenar antes miles de cuestionarios, derroche de aguas que nadie para porque hay que hacer antes un estudio…

Pero vuelvo al inicio. Recuerdo a Sara Montiel o Carlos Gardel interpretar magistralmente el famoso tango Fumando espero, compuesto en 1922 por Juan Viladomat Masanas y letra de Félix Garzo. Pero jamás los vi tirar una colilla al suelo.

Parece un acto tan ingenuo podría decir o, incluso, elegante; al mismo tiempo hablamos trivialmente con alguien mientras esperamos turno en el restaurante o coqueteamos.

No hablo de todo esto. Hablo de colillas. Ellas no tienen que ver con el acto de fumar. Tienen que ver con irresponsabilidad y contaminación. Me duele la suciedad, el descuido, la desidia… Hay calles, playas, aparcamientos en los que el descuido o el incivismo son heridas para la vista y la vida. Me quedo asombrado viendo las colillas apiladas contra el pretil de una acera porque los fumadores quizá no saben que una cosilla tan insignificante es tan peligrosa como el plástico. Que tarda muchos años en degradarse y que una sola colilla puede contaminar ocho litros de agua. He visto a jóvenes vaciar los ceniceros de los choches aparcados en la playa o apagar el cigarro en la arena, dejando sepultada la colilla, a adultos tirar el resto de su cigarro desde la ventana de su casa.

¿Cuesta tanto ser responsables? Cuidar el medio ambiente no radica en grandes hechos, está, a veces en lo mínimo, en lo más cercano.

Un adoquín sin residuos es belleza. Y nuestras calles, nuestras playas, nuestros bosques son hermosos, son la vida.