Señoras, señores:
Como saben, nuestro planeta tiene serios problemas de sostenibilidad y está seriamente afectado por un galopante cambio climático, según viene alertando el mundo científico. Esta sobrevenida circunstancia ha llevado a establecer líneas de actuación mundiales que intentan paliar el previsible desastre que anuncian. Entre las más relevantes, las incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, promulgadas en 2015, o las incluidas en el Acuerdo de París de 2016 sobre cambio climático; ambas, de obligado cumplimiento para los estados miembros entre los que se encuentra el nuestro.
Habría que cambiar la costosa depuración industrial —consumidora de cuantiosos recursos y emisora de CO2— por la depuración natural
Seguramente también les consta que en Canarias estamos sometidos a una prolífica normativa cuyo articulado dista mucho de las exigencias correctoras plasmadas en los acuerdos internacionales mencionados, lo que requiere una urgente adaptación a los nuevos preceptos. En Tenerife, entre otros, sufrimos un Plan Hidrológico Insular (PHI), vigente desde 1997, que pretende ordenar los recursos hídricos de la isla —en sentido amplio— que viene implementándose en diferentes etapas. Este documento, redactado en momentos de visión desarrollista, también requiere adaptación a las nuevas normas conductuales comprometidas con nuestro hábitat; para ello contamos con condiciones orográficas y climáticas excepcionales. Conviene advertir que, aunque aún no hay un desarrollo legal completo que obligue, apremia adelantarse a lo que, más pronto que tarde, se exigirá desde la Unión Europea y desde otras instancias nacionales e internacionales.
Si nos propusiéramos adaptar las obsoletas directrices y normas que establece del PHI para el tratamiento de aguas residuales a los nuevos criterios sobrevenidos —por ejemplo— habría que sustituir el bombeo de aguas negras que se viene implementando en toda la geografía insular por nuevos sistemas que se basen en la gravedad para su funcionamiento. O habría que cambiar la costosa depuración industrial —consumidora de cuantiosos recursos y emisora de CO2— por la depuración natural, de nulo gasto energético ya que está basada en aprovechar nuestras privilegiadas condiciones climáticas para su funcionamiento. Estos sistemas han sido investigados, contrastados e implementados desde hace una veintena de años en núcleos de población del Parque Rural de Teno, experiencia novedosa en Canarias con excelentes resultados.
Señores, señoras, los ejemplos podrían ser infinitos, pero pienso que lo expuesto es suficiente para visualizar la verdadera dimensión del problema global que tenemos entre manos; en atención a ello les suplico, en nombre de nuestros hijos y nietos, que aporten la parte de responsabilidad que ha puesto la ciudadanía en sus manos para tratar de minimizar el desastre que predice la ciencia. Inevitablemente, el Plan Hidrológico de Tenerife tiene que adaptarse a los acuerdos internacionales, y en tanto se produce su engorrosa y lenta modificación, se le podría dar una rápida solución de transición añadiendo un escueto texto a su articulado actual, en formato de disposición adicional o transitoria, con un literal similar al siguiente, de obligado cumplimiento, que todos podríamos asumir:
- Siempre que sea técnicamente posible, se evitarán los bombeos de aguas negras, diseñando y adaptando todo el sistema (tratamiento y reutilización) para su funcionamiento por gravedad.
- En el caso imprescindible de tener que recurrir a indeseados bombeos, se priorizará el de aguas ya recicladas al de aguas negras, para lo que se primará la utilización de energías alternativas (eólica, solar…)
- Se priorizará la depuración natural, de nulo consumo energético, a la industrial si fuera técnicamente viable, aunque para ello se requiera sectorizar el sistema.
- En caso de que la materia prima requiera correcciones para su uso (desalación, afino, desfluoración…), se realizará preferentemente en origen en beneficio de los sucesivos usos.
