Lo efímero se define muchas veces como lo fugaz, lo no perdurable, lo que el tiempo borra. Aplicado al mundo artístico, hablaríamos de varias formas de arte que no pretenden perdurar en el tiempo, sino que se instalan fugazmente en el espacio para causar una reacción emocional en el transeúnte o en el que se acerca hasta ella. Pero, además de reacciones emocionales, todo arte efímero provoca incertidumbre. Lo mismo que el teatro, que se ha definido como el arte que nace y muere en el momento en que se realiza. Esas incertidumbres o dudas que el hecho artístico provoca son las que hacen que el arte sea útil, necesario e imprescindible en la sociedad. Luigi Stinga otra vez provoca reacciones con sus esculturas de fugaz vida. Hechas a vista del público, no está lejos su concepto de los del happening, la performance, el environment y la instalación que tan de moda pusieron artistas como Marcel Duchamp, quien en 1942 realizó un montaje en la Exposición Surrealista de Nueva York al que tituló Milla de cuerda, llenando una galería de arte con cuerdas de las que colgaban las obras pictóricas.

Hace años, Luigi Stinga fue construyendo en la Plaza de Los Silos (en el Festival Internacional del Cuento) un Rocinante fantástico que ,a la vista del público, fue tomando forma y vida, pues los espectadores podían reconstruirlo en su imaginario cada día. Luego, en Garachico, la Glorieta de San Francisco se sorprendió con lagartos. Otro año, un mundo de hadas y unicornios pobló los jardines de la plaza de la Luz y un árbol de los deseos fue creciendo con las palabras que aportaban los que veían este happening peculiar que Stinga logra cuando esculpe el aire con los trozos de madera que parece que los mismos duendes de los bosques le hacen llegar a sus manos. Ahora vuelve a transformar en el FICMEC el espacio público en zona de sueños. Sus manos, su mirada de niño pícaro, su gesto y la madera son parte de la obra. Arte vivo, arte que nace para morir, mas dejando muchas emociones que perduran. El recuerdo es una forma de continuidad.

El arte vuelve a la calle, donde siempre debe irrumpir para transformar la sociedad, para hablar directamente a la gente.