En todos los aspectos de la vida hay siempre un ganador y un perdedor. Siempre. Y aunque desde muy pequeña me enseñaron que lo importante es participar, la ambición de cualquier niño o niña es ganar.

Siempre hay un partido que vamos a perder, es así. A todos nos llega la hora de abandonar el terreno de juego. Unos en circunstancias peores que otros porque los partidos no han sido iguales. Unos han tenido una segunda parte mejor que la primera y al revés.

A todos nos llega el momento de abandonar el terreno de juego

En gran modo, esto depende del árbitro. Ese ente omnipotente y todopoderoso que decide por ti en muchas ocasiones del juego. Fuera de juego, penalti, tres segundos, dobles, falta, doble falta… una vez pite o hable no se le puede rechistar si no roja y a la calle.

Yo me imagino en gran parte a los políticos como esos árbitros a los que de pequeña no podías ver. «Hoy perdemos seguro porque nos pita Carmelo», decíamos. Los políticos tienen el mismo poder que los árbitros: deciden por ti aunque tú previamente los elegiste —o no— a ellos. 

Lo que parece estar marcando tendencia en los partidos de las vidas de los ciudadanos es precisamente eso: una cuestión de partido. Después de unos años en los que la corrupción política ha sido algo así como la competición más jugada por su omnipresencia, ellos no han entendido nada. 

No han entendido que no queremos divisiones, simplemente soluciones. Un pitido final que suene al unísono. No queremos notas de prensa por separado, no queremos reuniones diferentes en el mismo día para hablar de lo mismo. Porque de lo mismo hablamos todos los jugadores de este inmenso campo que es la vida y en el que aunque cometamos faltas con posteriores lesiones nos levantamos sin contemplaciones. Nos perdonamos. No queremos más fotos de los equipos separados, queremos que se unan.

No han entendido nada

No han entendido que la sanidad, las carreteras, la educación, el empleo, el desarrollo, el medio ambiente, la movilidad o, simplemente, la vida cotidiana no entiende de colores o signos políticos. Mi vida y la de los demás no es una cuestión de partido.

Simplemente queremos que se entiendan para que nos entiendan. Que se acerquen para avanzar y así que cada parte jugada de nuestro partido sea más fácil y placentera. Sea más digna de llevar. Porque todos los partidos que se juegan en la realidad no son tan fáciles. Porque hay gente que ni siquiera llega a encajar un gol. 

Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Más de una década al servicio de la comunicación