Asistentes a Palabras de cal y mar

La actividad Rutas de cuentos e historias: Palabras de cal y mar, enmarcada dentro del XXII Festival Internacional del Cuento de Los Silos, recorrió a pie la historia de algunos lugares emblemáticos del municipio: la fábrica de azúcar, el telégrafo y el horno de cal. Como colofón a la ruta, los participantes pudieron disfrutar con las experiencias de Fernando Hernández, vecino del municipio, y con las narraciones del literario Andrés González, quien mencionó que «las piedras que han sobrevivido al paso del tiempo cuentan relatos».

La organización lo sugirió: «Se recomienda calzado cómodo y adecuado a entornos rurales», porque esta actividad iba a ser diferente. Pasadas las 12 de la mañana una treintena de personas se reunieron en Agua Dulce porque desde allí iba a comenzar el trayecto, aunque inicialmente la cita se había concretado en la escultura de la Ballena.

Pedro Báez fue el encargado de inaugurar Palabras de cal y mar con un recorrido por la historia de algunos de los lugares más destacados de Los Silos, desconocida para la mayoría de los allí presentes.

La primera parada de la ruta se realizó en torno a la Caseta del Telégrafo, un sitio cuya sencillez arquitectónica invita a ignorar la importancia que tuvo en el pasado. Según Báez, este lugar, conocido como Piedra Redonda, fue un punto estratégico para toda Europa e incluso para América.

Asistentes a Palabras de cal y mar en el Telégrafo

A finales del siglo XIX y antes de la Guerra de Independencia de Cuba, España quería unir la Península con el territorio sudamericano a través de un tendido de cable que permitiese la comunicación con un telégrafo. En torno a 1893 se instaló la máquina en el municipio silense y se realizaron las primeras pruebas hasta Barlovento, en La Palma, las cuales fueron favorables, convirtiéndose así en la primera estación de comunicación mediante esta vía de Canarias. Sin embargo, la independencia de Cuba en 1895 declinó la idea de los españoles, pero permitió comunicar las islas con Cádiz.

Asistentes a Palabras de cal y mar por fuera de la antigua fábrica de azúcar

Posteriormente el grupo se dirigió al este, hacia la antigua fábrica de azúcar. Tal y como comentó el narrador, «el edificio se construyó para dar soporte al ingenio azucarero que pretendía recuperar la industria del siglo XIX». Sin embargo, con el paso de los años se ha determinado que este complejo no albergó un ingenio, sino un trapiche, movido por bestias en vez de por agua. Actualmente, y según Báez, en Canarias solo se conservan en pie dos infraestructuras civiles azucareras: la silense y la situada en Ingenio, en Gran Canaria, a donde se trasladó parte de la maquinaria de la primera.

Llegaron a existir hasta 5 hornos

El tercer y último punto del trayecto se situó en torno al horno de cal, próximo al Club Náutico. «Llegaron a existir hasta 5 edificios para fundir la cal, sin embargo, a día de hoy únicamente se conservan 3», comentó Báez.

El desarrollo de esta industria supuso un gran avance para la comarca ya que hasta el momento las obras se realizaban con barro, piedras y madera. La llegada de la cal a principio del siglo XX impulsó también el sector agrícola, entre otras cosas porque favorecía la construcción de estanques y aljibes que permitían almacenar el agua que posteriormente era utilizada para regar. De esta manera, las piedras de cal se importaban de Fuerteventura al muelle de Daute y desde allí se trasladaban a los hornos donde se fundían y convertían en polvo.

La narración oral es la voz de los sin voz, son las historias no escritas

Finalizada la ruta histórica, llegó el momento de disfrutar de los cuentos de Andrés González Novoa. «El mar fue la gloria de muchos inmigrantes, pero también fue la tumba de otros», comenzó narrando subido en el antiguo horno. Durante más de 15 minutos deleitó a los allí presentes con tres historias, cada una con su moraleja correspondiente, para terminar homenajeando a Charles Dickens, referente en su carrera literaria. Y es que para Novoa, «la narración oral es la voz de los sin voz, son las historias no escritas».

Sin embargo, el protagonista de esta actividad fue Fernando Hernández, vecino de Los Silos y extrabajador de la calera. A pesar de sus 88 años, Hernández recuerda el funcionamiento del horno al detalle y no dudó en compartir sus experiencias con los asistentes e incluso mostró una piedra de cal que conserva desde el año 1949. Finalmente, el vecino cerró el acto con un poema de su puño y letra que como auguraba el nombre de la actividad, albergaba palabras de cal y mar.