Noche de repiques

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La lejanía magnifica la memoria, pero también hace que veamos con más claridad su significado, su valor… Uno de los recuerdos más fuertes de todos los que atesoro en mi caja de cedro es sonoro. Lo comprendí unos meses en los que estuve lejos de mi pueblo, lejos de mi agosto, lejos del sonar alocado y armónico de mis campanas.

El treinta y uno de agosto se va el verano, empieza la labor docente y todos vamos preparando los útiles para regresar al trabajo, mas también, en la despedida del día comienza una de las tradiciones más hermosas de Los Silos, aunque coincida con muchos otros pueblos del ámbito hispano, los repiques anunciadores de las fiestas son allí únicos e irrepetibles. Quizá porque se incrustan en un lugar y parece que resucita el aire adormecido. Entre el convento de San Bernardo y la iglesia de la Luz explota el sortilegio de alegría.

El sonido es también parte del paisaje y certera seña de identidad.Vivimos al compás que nos marcan las campanas. El tañer desde el campanario nos comunicaba la hora, no hacía falta llevar reloj de mano, por el toque nuestros antepasados sabían en qué hora vivían. Eran el sistema de alarma cuando había un peligro. Hacían de despertador y su toque ponía fin al día. Reunían a los vecinos a las asambleas y anunciaban las fiestas. Doblaban cuando alguien había fallecido. Todo un sistema sígnico de sonoridad funcionaba en nuestros pueblos. Era la comunicación a distancia sin cables.

Todo sistema de comunicación tiene un código por lo tanto también el tañer lo tenía: tantos toques es esto, a tal velocidad es aquello, si va más lento lo otro. Este lenguaje era aprendido por la comunidad de forma natural, como todos los lenguajes.

Mas algunos días las campanas son una forma de música. Aquellos días de fiesta en que suenan al vuelo, arrancando el arriesgado campanero sonidos que hacen que los corazones se llenen de fiesta.

Rosalía de Castro teme no volver a escuchar el tañido familiar de las campanas:

Yo las amo, yo las oigo,
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido de cordero.

 
Son algo natural en nuestros pueblos, en lo cotidiano, en la comunicación, que, aunque ya utilicemos otros sistemas como los emoticonos de whatsapp, aún siguen las campanas funcionando como un sistema ancestral de relación entre los seres humanos.