La Señora

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Solo aparece algunos días. Ella se hace esperar. Se acicala en lo más oculto e irrumpe con toda su belleza a cuestas. Es así La Señora. Parece que brota de la roca dura, pero en realidad, ella viene del aire para transformarse en agua.

Despliega su capa y cabellera transparentes por el acantilado. Y los finos cabellos de agua los peina el viento.

Los otoños la invitan a derramar su hermosura. Los inviernos la esperan entre neblinas suaves.

Como enigmática dama de agua recorre la montaña y baja hacia la casona silenciosa de Vinatea.

Cuántas ondinas habrán saltado con ella hacía la belleza del precipicio, como si quisieran comerse el paisaje.

Los días en que las fugas brotan de la roca y corren hacia los barrancos parece que la vida renace. Mas es una vida que se escapa hacia el mar. Nadie la recoge y la guarda para las estaciones secas. Ese regalo de la naturaleza se va otra vez a la mar. El ciclo sigue. Las administraciones no observan los avisos de la naturaleza.

Ya La Señora sale cada vez menos a peinar su larga cabellera. El agua se borra del paisaje. Nadie se pregunta por qué. A nadie le interesa que el cambio climático no respete la belleza.

¡Hay cosas más interesantes de las que preocuparse! ¡Hay siempre prioridades!

Los días de lluvia, hace tiempo, las montañas se adornaban de collares de agua.